Nota publicada online
Como sugiere un artista joven, muchos de los que son sub30 apenas con el título de estas notas, estarán desinteresados en conversar sobre este tema. Pero insistimos porque tenemos una estrategia que dan los años.
Este texto deja muchas preguntas abiertas, pero vamos a focalizar en la segunda entrega sobre una cosa que nos preocupa a todos: la originalidad de las obras contemporáneas.
Leyendo a Austin Kleon en un contenido que puede encontrarse en la web, cuyo título tiene una elocuencia que no nos gusta aceptar: Roba como un artista, encontré algunas de las cosas que salen en la conversación cuando tocamos este tema entre gente del medio. No hay tantas cosas originales, más bien hay una serie de continuidades y rupturas con algo que se venía haciendo, que se hizo hace mucho, que puede estar disponible en un buscador cualquiera en la actualidad. Por qué atarnos a una idea romántica de la obra original? Somos el resultado de múltiples influencias y nuestra experiencia se nutre de apropiaciones constantes, así es como nos introducimos en la cultura. Kleon sugiere que hagamos un árbol genealógico con nuestras influencias más notables y de esa imagen tomemos aquello que nos haga ser nosotros en presente. Algo parecido a lo que Jim Jarmusch, el cineasta estadounidense -que nos resulta tan original- sugiere literalmente:roba de cualquier lado que resuene con inspiración o que ponga en marcha tu imaginación, roba sólo de las cosas que le hablen directamente a tu alma. Si haces esto, tu trabajo (y tu robo) serán auténticos.
Podemos hacer una lista de obras y artistas, aunque no sólo en las artes visuales sino en un amplio abanico, que nos indiquen las influencias, los robos y las apropiaciones con que se nutre un trabajo. Pero eso es un análisis posterior, puede que en el instante de ver algo nos sintamos desencantados o por el contrario, que volvamos a maravillarnos de un pintor haciendo una tela que nos deja en observación gustosa.
En los premios que hemos asistido, en las muestras que podemos ver, aunque con menos ironía que en otros países, encontramos cierto grado de cinismo para actuar en contra de algunos sistemas establecidos, cambiando variables que nos resulten irritantes o que dejan al descubierto una planificación en la que interviene una cierta traición a la pauta que sólo en apariencia fue seguida paso a paso.
Martí Manen, curador barcelonés de paso por la ciudad hace unos meses, dio una serie de pautas interesantes acerca de lo que él llamalas voluntades críticas. El plan consistía en organizar una serie de tres muestras escondidas dentro del Museo de Historia Natural del DF, en México, cuyo director necesitaba revitalizar el espacio, detenido en los años de su fundación. Los artistas nacionales que intervinieron crearon situaciones complejas: un video donde una mujer les “habla” a un grupo de animales disecados, un diorama que mostraba al hombre de las cavernas sutilmente reemplazado por una serie de personajes masculinos que ejercían violencia contra las mujeres, y así. Pero lo que rompió el círculo ameno fue un video donde el personal del museo hablaba bien del estado del mismo y se pasaba inmediatamente a la imagen de la rotura del techo o la calamidad de los baños. |
Las formas en las que piensa Manen parten de un concepto abierto o como sostiene “una gramática flexible” tanto para las obras como para la exposición. Y se alegra cuando se da cuenta que en la esfera del arte contemporáneo no hay nada que pueda ser definido o encasillado en un sistema binario, “como sistema no es una industria. Es frágil, es mutante, es inestable y no hay plan”. Esa debilidad es nuestra mayor fortaleza, pues podemos avanzar desde cualquier parte, instalar sistemas no probados, correr o tomar riesgos, cambiar la sustancia del relato dirigido por un plan interactivo que vitalice el rumbo.
Obras que se comen, piezas que no tienen precio y cuya gratuidad hace posible que ingrese en nuestra propia colección -como algunas de las obras de Felix González Torres-, interfieren de un modo original en las instituciones, los museos y las aspiraciones de algunos artistas.
Marina Abramovic | Félix González Torres |
Aunque en el caso que citamos, los dulces compartidos hablen de una ausencia evocada por la dulzura que tuvieron otros momentos y de algún modo estemos participando de una ceremonia cargada de otras sustancias.
No debemos concluir que vale todo, al menos quedemos en el punto en donde empecemos a situarnos en un espacio que no es banal, que requiere de nuestra energía y análisis, que nos hace jugar y nos obliga a mirar y ser mirados como en la performance de Marina Abramovic, en un diálogo que descanse sólo en tener enfrente a alguien real, mutante y vivo.