Nota publicada online
La muestra Ritmos de la tierra reúne la producción más reciente de la artista en cerámica, piezas inspiradas en el paisaje de los Valles Calchaquíes con formas que evocan piedras, cactus, vasijas, tótems, cerros , eternidad.
Ritmos de la tierra, primera exposición individual de Chloe Henderson en la galería Vasari, reúne sus obras más recientes realizadas en cerámica. De elegante, delicada belleza, casi todas son composiciones inspiradas en el paisaje de los Valles Calchaquíes, de dos o tres piezas encastradas, elevándose desde la base con formas que remiten a rocas, vasijas, cactus, tótems, cerros y flores. Chloe vive y trabaja en Chapadmalal la mayor parte del año, pero en invierno se traslada a Cachi, el lugar donde aprendió a trabajar con técnicas de las culturas precolombinas como el bruñido, el ahumado y el horneado en pozo de guano de cabra. Cuando trabaja en Chapadmalal lo hace con horno eléctrico, con arcillas que recoge en Cachi y mezcla con pigmentos industriales y materiales contemporáneos.
El resultado, aquí o allá, tiene siempre la misma belleza. En sus piezas está muy presente la idea del tiempo. En su cerámica, tanto como en el paisaje que rodea a Cachi, es posible ver las capas geológicas que se forman con el paso de los siglos y milenios y quedan fijadas para siempre. “Me gusta eso -dice la artista en diálogo con Arte-Online-, el tiempo representado en las capas de las piedras. El tiempo y el ritmo, los ciclos y los patrones en la naturaleza. Entonces en las rocas, en los cerros, se ve eso, el tiempo. También, en los patrones en las plantas, en los cactus se ven patrones de repeticiones de marcas, lo que en las montañas sería como el tiempo. En las montañas, ni hablar, pero hay cactus que es estima que tienen 500 años o más. El paisaje allá no cambia, uno ve las capas del tiempo en los cerros, siente que allá el tiempo se detiene”.
En esa suma de tiempos, las cerámicas de Henderson tienen algo como de eternidad, de un tiempo inmenso, sin fin. La artista asiente: “Me gusta que la cerámica es algo que puede durar miles de años. Obviamente tenían muchos otros artefactos y materiales en su cultura, pero la cerámica es lo que permanece, lo que se encuentra en las culturas precolombinas es la cerámica. Me gusta hacer algo que puedo poner en el desierto y que podría quedar ahí mil años”.
Usa en sus trabajos el barro del Río Tintín, que pasa por allí o, si está en Chapadmalal, compra arcilla arcilla roja y la decora con barro que sí trae de Cachi, que tiene mica y que cuando se pule, cuando se hace el bruñido como se hacía antiguamente, obtiene un brillo muy especial. El del Río Tintín es un barro rojo que mezcla con óxido de cobre o de manganeso, que lo vuelve negro y lo metaliza. “En la cerámica precolombina -explica- ellos lo ahúman. Cuando lo hornean lo tapan con aserrín o guano y queda un negro espectacular. Eso en horno electrico no lo puedo hacer...Entonces descubrí ese negro que lo hago con ese barro que tiene el brillo y los óxidos que lo metalizan y es algo parecido. Es mi interpretación, mi manera de hacer ese negro que ellos logran con otra técnica. Si estoy en Cachi y horneo con fuego, hago un pozo y lo horneo con guano de cabra, salen unos ahumados muy lindos. Los colores que uso son los de ahí, ellos usaban el negro, el rojo de la tierra de ahí, blanco... Y el naranja que uso mucho es de la naturaleza, hay flores naranjas ahí, en los tejidos usan colores brillantes. El día que encuentre un fucsia quizá lo use. Por ahora encontré este naranja. Uso los colores de los barros y algunos trato de emular los que hacen con los telares”.
Algunas piezas de sus piezas tienen encastres, es decir que son intercambiables. El trabajo tiene que ser milimétrico para hacer posible esa rotación, esas combinaciones. Algunas de las piezas las imprime con texturas fósiles. “Me gusta usar texturas de cosas que encuentro por ahí -explica-, fósiles marinos, aprieto contra la arcilla estos fósiles fascinantes y dejo marcas. A veces lo hago con maderas o con cactus. Ahora estoy experimentando con madera de quebracho y de algarrobo, árboles muy viejos. Hago esas texturas y las pinto. Esas vetas también son producto del tiempo, de ese entorno que parece eterno. Los colores son sutiles en el paisaje, pero son muy fuertes las texturas de las plantas, las piedras y la cultura de la gente que vivió ahí miles de años”.
La muestra se puede visitar de lunes a viernes de 11 a 19, hasta el viernes 25 de noviembre en Vasari,
Esmeralda 1357, Buenos Aires.