Nota publicada online
El color y la luz de sus abstracciones llegan al MACLA
"Tenemos el arte para no perecer de la verdad", afirmó Federico Nietzsche.
La obra de Carolina parece ostentar como principio general el propósito de correr el velo del verosímil y llegar a la esencia, para dejarnos ante el puro espíritu desencarnado, que se deja ver sólo a través del color y unas formas reducidas al mínimo para comunicar la pureza de la idea.
La obra se convierte en un campo de lucha, lleno de tensión interior donde, queriendo representar una esencia que encarna en el color y se hace presente a través de él, se acerca a los límites del silencio.
La búsqueda de la verdad conduce ¿hacia dónde, hacia la nada? Al intentar expresar esa nada en la obra, ésta se convierte en el objeto que nos salva, en una profunda actitud religiosa. Ella, se caracteriza por una mística que ha renunciado a la presencia de todo principio de divinidad absoluta y ordenadora y que se sacia a sí misma.
El encanto inmediato de su pintura se encuentra en la fuerza del color, de su luz, la imagen espiritualiza la materia y le da materia al espíritu. Es un reflejo del mundo hasta cuando encierra su negación. Reflejo de reflejos, en ella encontramos una realidad detenida en un instante que no está ni antes ni después de la historia, sino fuera de ella, en la que cada gesto se eterniza conservan- do la vibración de su posible continuidad como un impulso interior.
Lo que su obra nos ofrece es una interrogación de lo visible que encuentra la respuesta en el propio acto, en su propia poética, en su manifestación del ser.
Invitadas por la Dra. María de las Mercedes Reitano, Directora MACLA, el Museo platense presenta durante el mes de julio, obras de Clarisa Cassiau y Carolina Ceverizo