Nota publicada online
El color, el espacio y la forma son los ejes principales alrededor de los cuales gira la obra de Carola Zech (1962), una obra marcadamente contemporánea que se abre a un nuevo e infinito mundo de interrelaciones y magnetismo.
La muestra que se presenta en el Museo de Bellas Artes de Neuquén, está constituida por varias instalaciones y obras más pequeñas que van rodeando a las dos más importantes. “Tiene por objetivo reflexionar acerca de las fuerzas del azar que son las que constituyen las formas en general. Esas fuerzas estarían puestas en el personaje del viento”, explica la artista.
Una mesa cuadrada con piezas dispuestas para jugar, experimentar y distinguir operaciones implementadas por la artista; una instalación de módulos de diferentes tamaños y colores que se desarrolla mayormente por el piso del recinto; módulos de mismo tamaño y colores diversos que conforman una estructura sobre una pared plausible de modificarse semana a semana; piezas que diagraman ensayos sobre el equilibrio, la serialidad y lo industrial sobre un panel; una intervención a gran escala (de piso a techo) sobre un muro de iguales dimensiones. Una sala del Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén que aloja la exhibición Como el viento de Carola Zech.
En diálogo con el amplio lenguaje de la abstracción geométrica, Zech exhibe artefactos visuales constituidos por módulos que se estructuran en base a medidas antropométricas. El piso y cada pared de esta sala funcionan como soporte en y con el que las piezas dialogan armónicamente y en fricción. Cada una de ellas da a ver diversas operaciones formales sobre el conceptorelaciónque Zech extenúa y expande hacia el montaje de la muestra misma en su desarrollo por el espacio, como una gran instalación. Relación entre piezas, entre colores, con el soporte, con el espacio, con la dinámica modular con la que configura cada pieza. Dinámica en tensión que se afinca, a su vez, en la relación entre módulos serializados con los que compone las piezas, la medida antropométrica como norma y la diferencia entre ésta y un cuerpo real.
Esta relación encuentra en Como el viento la forma de una fricción instalativa en donde el público, y su cuerpo, cobran un papel fundamental. Si hoy ya no existe una diferencia ontológica entre hacer arte y exponer arte, como sostiene Boris Groys, el arte contemporáneo puede ser entendido, fundamentalmente, como una práctica de exhibición. Hacer arte significa exponerlo como tal y exponerlo como tal implica no sólo la instalación de las piezas en el espacio sino también la consideración del público que recorre la exposición. Así, esta muestra invita a experimentarla como un espacio totalizador por la ubicación de sus objetos en un contexto fijo, estable y cerrado, circunscriptos en un “aquí y ahora” topológicamente diferenciado. Un espacio en el que la fricción entre la estandarización de una estructura modular choca con el cuerpo sensible del espectador en su recorrido. Esta acción del percibir el cuerpo como un agente en movimiento y con límites y medidas individuales encuentra otra lógica desplegada por la sala de la exhibición. Lógica con la que puede relacionarse y establecer conexiones por sus mutuas versatilidades y, así, enfrentarse a cada modo en que la propuesta se hace presente: en su variación de escala, en su agrupamiento reticular, en la dispersión de elementos por el suelo, en la ocupación de un muro en su fisicidad, en su dimensión didáctica.
Porque hoy en día el arte contemporáneo llega a nosotros, el público, a través del formato exposición como caja de resonancia donde el pensamiento artístico se desarrolla y toma posición.
Paralelamente, en el mismo museo, se presenta “Habitación Quemada”, de Tomás Espina, donada por la Fundación arteBA en el marco de los festejps por sus 25 años. Ivana Quiroga, directora del MNBA, indicó que la obra de Espina “es una instalación intervenida con hollín y que nos da la posibilidad de entrar a interactuar y romper las barreras de lo público y lo privado, es decir, esto de un espacio dentro de otro espacio”.