Nota publicada online
En las salas 5, 6 y 7 del Museo Emilio Caraffa se exhibe la muestra “Ingrávida” de Carola Zech. Es una exposición de pintura instalada en el espacio; en su obra la artista propone el cruce de fronteras y la tensión entre lo que es escultura y lo que es pintura. Las diferentes materialidades, los colores y texturas vibrantes, las formas geométricas y orgánicas, volumétricas y planas, se organizan y combinan en el espacio de estas salas creando una obra para un sitio específico. Proponiendo un espacio para habitar de manera lúdica.
En primera instancia podría pensarse que no hay mucho más para indagar en torno a las formas geométricas y a la colorimetría. Particularmente desde los años cincuenta hasta el presente, artistas de todas las latitudes investigan y proponen variaciones más o menos arriesgadas que muchas veces sólo se distinguen por el uso y diferenciaciones en las opciones de sus paletas. La elección de investigar cuestiones relativas al color y a las formas deriva frecuentemente, en producciones atractivas y perfeccionistas que a veces resultan demasiado formales. No se esperan sorpresas; no suele haberlas.
Pienso esto mientras recuerdo la espléndida exhibición de Carola Zech cuyo montaje pude espiar recientemente en el Museo Emilio Caraffa. La coincidencia de mi curaduría sobre la obra de Karina El Azem, cuya muestra se exhibe en otras salas del mismo sitio me permitió ver no sólo el resultado final, sino el desarrollo en distintas etapas de la compleja apropiación del espacio que propone su instalación Ingrávida desplegada en tres espaciosas salas, cada una con sus particularidades.
Siempre es atractivo ver cómo funcionan ciertas duplas artista/curador-a y el “combo” de la artista junto a María Teresa Constantin se potencia en tanto comparten confianza mutua en sus saberes. En sus intercambios hubo decisiones previas en cuanto al lugar que ocuparían las distintas series y los elementos que ocupan las salas en el Museo, pero otras instancias, relativas a ciertos efectos de contrastes y espacialidad fueron evaluadas directamente en la puesta. La disposición de los múltiples elementos y sus levitaciones fueron adecuadamente estudiadas, elaboradas y llevadas a extremos en combinaciones y derivaciones puntualmente direccionadas hacia lo sensorial.
Si bien la producción de la artista deriva de su extensa investigación en torno a la abstracción geométrica la descripción resulta insuficiente. La cualidad de site specific agrega atractivo a la propuesta cuyo despliegue lúdico invita a demorarse en un disfrute que puede resultar hasta festivo. Soportes que varían en materialidad, metalizados que remiten a los acabados enrarecidos de ciertos objetos industriales, vinilos sobre acrílico abundantes tanto en cromatismo como en la diversidad de intensidades, la oportuna utilización del magnetismo –literal, por el uso de la fuerza de los imanes- y la oposición entre estabilidad e inestabilidad con la que experimenta desde distintos apoyos (o sus ausencias) ofrecen múltiples efectos de percepción, en una miscelánea de matices y atmósferas. Se trata finalmente, de una visión sorpresiva y dislocada de las figuras prestablecidas.
Salas 5, 6 y 7 del Museo Emilio Caraffa. Ciudad de Córdoba.
Hasta el 4 de junio
El museo abre de martes a domingos y feriados de 10 a 19. Entrada $ 250, miércoles entrada gratuita. Entrada combinada MEC + Museo Evita-Palacio Ferreyra + Museo Palacio Dionisi $ 450. Grupo familiar de hasta seis integrantes $ 750