Nota publicada online
Dos artistas de trayectoria diversa se ponen en diálogo en las salas de Van Riel para dar un tono alegre y vital que se materializa con una factura impecable y colorida.
Apenas se ingresa a la galería se percibe un aspecto que resalta entre las cualidades de las obras de estas dos artistas, conectadas por Gabriela Van Riel para establecer un diálogo bien intencionado. Eso que resalta tiene que ver con una alegría que inunda el ambiente. Tal vez la distribución de obra participe activamente del logro, pero está claro que además de la calidad y de una impecable factura técnica, los ritmos y el color activan un estímulo para hacernos sentir una cierta comodidad, oportuna para los tiempos que nos tocan vivir.
Es que hay una interesante forma de producir obra, que mucho tiene que ver con un trabajo manual que queda en evidencia cuando nos detenemos en los detalles de su elaboración. Para Irene Banchero, de cuya obra nos venimos interesando desde los noventa, ese trabajo sobre la forma escultórica que se completa mediante piezas ensambladas que, a medida que lo hacen, van generando la forma final del objeto. Para esta y otras obras, el uso de un material como el MDF contiene esa capacidad de ser recortado en piezas de distintas medidas y quedar impecable al colorearse, haciendo que crezcan estas formas que poseen un ritmo curvo, aunque luego consigan describir un objeto que tiene, como en los tres “petirrojos”, una presencia casi de tótem o figura. Pero sin llegar a representar nada más que ese brío que, siguiendo el paso a paso de anillos sucesivos, dan carácter a una presencia llena de alegría celebratoria.
En el caso de Carmen Pérez, la fuerza del color se apoya en una producción que contempla un fondo elaborado mediante una textura producida por una mezcla de acrílico, barniz y polvo de cuarzo que le funciona perfectamente. Al punto que en algunas obras se lo confunda con un fieltro debido a la densidad indexada de los materiales. Tanto en las que poseen esas formas de una geometría sensible que utiliza la curva muy sutilmente, como cuando va por la línea recta pero usada diagonalmente sobre el plano para crear otro ritmo, el juego de figura- fondo se torna muy armónico y el dinamismo produce un recorrido sobre el plano de sustentación que parece acompañar un desplazamiento sin mostrar ninguna radicalidad agresiva.
En ambas, esta cuestión de la forma en que producen obra, contiene un componente notable de expresión manual que se distingue como sello propio, como marca personal. Y elevan la neutralidad blanca de la pared mediante una serie de recursos simples pero muy bien utilizados.
Destacan las piezas de mayor y menor tamaño que Banchero denomina “ondinas” pues, aunque se presentan verticales, parecen transmitir cierto movimiento del agua cuando algo se desliza sobre la misma. Hace unos años Irene declaraba que le “atraen la restricción en los medios y el humor”. Tal vez por ello use el apelativo de unos bellos pájaros como los petirrojos para llamar a esas piezas donde el rojo se destaca con toda su pasión enfatizando en los cambios de forma y color para acercarse y traducir en formas la tonalidad sonora que emiten esas pequeñas aves.
En la producción de Carmen, esta misma línea de trabajo se registró un libro de artista publicado en 2003, al punto tan singular y único que ella denominó simplemente “COSA”. Ahí se percibía el mismo tipo de tensión entre esa textura que tiene su peso y su densidad tanto visual como táctil, en resistencia, a veces más potente, otras más atenuada, con un color que se inscribe encima, de modo plano, opaco y uniforme para crear una configuración visual que, aun cuando restringe el color, nos hace preguntarnos cómo está hecho.
Disfrutable para entrar en una dimensión diferente y darnos un toque de alegría.
Carmen Pérez . Irene Banchero
Galería Van Riel / Juncal 790 PB
Hasta el 6 de julio
Lu a vier 15 a 20 hs
Entrada libre