Nota publicada online
Enmarcada en los festejos y precedida por la gran exhibición dedicada a Borges alojada en el segundo y cuarto piso, esta nueva exhibición se propone poner en diálogo obras multidisciplinarias para reflexionar sobre la identidad cultural en la Argentina.
Costera Criolla es el nombre del proyecto de sitio específico de Alberto Passolini quien construyó un rancho de adobe en una las salas contigua a la instalación de Marcos López. Una de las ventanas coincide con la del antiguo correo y se puede ver el Luna Park y el puerto, en un cruce entre tradición y modernidad, ciudad y campo, civilización y barbarie si lo pensamos en términos de mediados del siglo XIX. El rancho tiene un catre, una pava y un mate, un poncho y estribos y también una pintura de gran formato del propio Passolini en donde se adivinan sus intenciones. Passolini cita constantemente, no sólo temas sino estilos, artistas, obras icónicas. En esta ocasión vemos en el centro al héroe de la independencia con el sable en la mano en una escena de batallas típicas de Carlos Morel, con la influencia de la pintura francesa académica de mediados del siglo XIX, un Delacroix criollo con algunos gestos de Rubens, el pintor favorito del barroco colonial. Atrás reproduce la misma escena de “Idilio criollo”, una pintura de Jean León Pallière que pertenece al acervo del Museo Nacional de Bellas Artes. Un tributo a los padres de la pintura argentina y al mismo tiempo, una mirada irónica y un poco mordaz.
En las siguientes salas se despliega la continuación de la muestra sobre el paisaje curada por Ana María Battistozzi, Paisaje, el devenir de una idea, una selección de artistas contemporáneos de distintas disciplinas con un foco en la última década. Jacques Bedel trabaja un plástico de alta densidad al que le imprime una línea de un solo trazo con un cutter, un gran paisaje negro en relación a un video de Charlie Nijensohn y otro muy pequeño de Tomás Raustrentrauch que obliga al espectador a hacer foco. Hay un contrapunto entre una fotografía del Archivo General de la Nación de 1930 con la Plaza de Mayo decorada con luces y fotografías digitales de Zicarello en donde fuerza la exposición y otra de Ernesto Ballesteros con puntos en la imagen que son luces segadas. Marcelo Pombo y un rancho kitsch, Matías Duville con un paisaje lunar, Gómez Canle jugando con el marco y la pintura.
El paisaje en su concepción más clásica en gran formato con un óleo de Florencia Bohtlingk del río Paraíso en Misiones, los Mondongo con un paisaje del río Paraná en plastilina y Hernán Salamanco con las ya clásicas pinturas sobre chapa. El fotógrafo Juan Travnik con una bella foto del balneario Claromecó nos vincula al registro del paisaje de nuestro país, la toma directa en el momento preciso. En el centro de la sala, una serie de tierras de distintas regiones recolectadas por Teresa Pereda dispuestas de manera atractiva. La instalación de José Luis Landet es quizás, lo más contemporáneo en su concepción: exhibe una colección de fragmentos recortados de telas con las firmas de pintores aficionados. En la tradición de los pintores “aux plein air” estas pinturas anónimas siguen reforzando que el paisaje es algo a representar.
El paisaje en su concepción más clásica en gran formato con un óleo de Florencia Bohtlingk del río Paraíso en Misiones, los Mondongo con un paisaje del río Paraná en plastilina y Hernán Salamanco con las ya clásicas pinturas sobre chapa. El fotógrafo Juan Travnik con una bella foto del balneario Claromecó nos vincula al registro del paisaje de nuestro país, la toma directa en el momento preciso. En el centro de la sala, una serie de tierras de distintas regiones recolectadas por Teresa Pereda dispuestas de manera atractiva. La instalación de José Luis Landet es quizás, lo más contemporáneo en su concepción: exhibe una colección de fragmentos recortados de telas con las firmas de pintores aficionados. En la tradición de los pintores “aux plein air” estas pinturas anónimas siguen reforzando que el paisaje es algo a representar.
Al final una instalación del misionero Andrés Paredes que vuelve a recrear un paisaje de su provincia en “Barro memorioso” ya presentada en el Centro Cultural Recoleta en el 2015 pero con cambios. Es básicamente una apelación a los sentidos, hay que sentir y no solamente mirar. “Vuelvo a la arqueología de mis recuerdos”, dice Paredes. En una serie de cúpulas de barro construidas con el barro ñau de los ríos misioneros, la gente puede acceder a entrar o mirar por las ventanas. Adentro en las cavidades de barro hay mariposas y una calavera que recuerdan lo efímero como en unaVanitascontemporánea y piedras semi-preciosas, algunos recuerdos, un perfume exquisito y música que se compuso especialmente para la instalación. Una experiencia sensorial que promueve la introspección, así lo quiere su autor.
La exhibición sobre el futuro curada por Rodrigo Alonso abre en unos días.