Nota publicada online
Hasta el domingo 9 a las 20 hs hay tiempo para recorrer la 31° edición de la feria, que por primera vez se realiza en el predio de la Costanera Norte. Participan más de 70 galerías y espacios que exhiben obra de unos 400 artistas. Instituciones públicas y privadas colaboran activamente con varios programas que estimulan la producción artística y el coleccionismo. Entre los grandes museos que pueden comprar obras de artistas argentinos están el Pompidou y el Museo de Arte de Dallas.
Arrancó arteba y se develaron inmediatamente dos cuestiones sobre las que había expectativa: cómo iba a sentarle a la feria el nuevo escenario de Costa Salguero luego de varios años en La Rural y un paso breve por Arenas Studios en la Boca y cómo responderían las galerías y los compradores a la durísima situación de la economía argentina. Las dos preguntas tuvieron respuestas claramente favorables. Por un lado, la amplitud del espacio y el diseño de distribución de los stands, que evitó el clásico cuadriculado de pasillos, logran que sea muy agradable la experiencia de de recorrer la feria. Por el otro, las galerías adecuaron muy razonablemente los valores de su oferta al contexto inflacionario y al precio del dólar, lo que alentó al público a decidir compras el día mismo de la inauguración.
De entrada nomás se advierte que la distribución de los stands permite apreciar las obras desde lejos, con otra perspectiva. Así, se ve claramente la tendencia general de exhibir obras de gran formato en las paredes exteriores de los stands. Los paneles exteriores “son como las vidrieras de cada galería”, decía horas antes de la inauguración un viejo habitué de la feria. También el espacio interior de los stands es mayor que lo habitual.
Como tendencia general -quizá también en respuesta a la situación económica- las galerías presentan obras de muy buen arte contemporáneo, un poco más clásicas que en ediciones anteriores, lejos de las provocaciones, en muchos casos de “calidad museo”, como suele decirse.
En la sección principal se destacan en este sentido las propuestas de galerías como Del Infinito, Ruth Benzacar, Vasari, María Calcaterra, Cosmocosa y Roldán Moderno. Dos grandes obras emblemáticas de Clorindo Testa, el Gliptodonte (1988) y La Serpiente Emplumada (1964) llaman la atención en el exterior del stand de Del Infinito, lo mismo que tres bellísimas pinturas Madi de Carmelo Arden Quin en diálogo con dos esculturas de Enio Iommi. La propuesta de la galería se completa con dos enormes obras de la sierie Panorámicas de Esteban Pastorino, New York Marathon. 305 metros de película color 35 mm en caja de luz, y Av. 9 de julio y Avenida Corrientes; una gran placa de acrílico tallado de Rogelio Polesello exhibida delante de Génesis, pintura de 2001 del mismo artista basada en la obra homónima de 1959; una serie de retratos callejeros sobre el Arte Vivo de Alberto Grecco que Claudio Abate hizo en Roma en 1962; varias obras de Julio Le Parc; esculturas de Pablo Atchugarry; dos piezas de Fabiana Imola en diálogo con dibujos de Aníbal Brizuela; dos grandes pinturas (2022) de Martín Reyna; tres fotografías de la serie El viaje Imaginario de Kasimir Malevich, de Matilde Marín, y varios grafitos de Beto de Volder. La calidad de las obras y el montaje tan cuidado convierten a la propuesta en una muestra que por sí misma vale la visita a arteba.
Lo mismo puede decirse de Vasari, que en su panel exterior exhibe dos grandes pinturas de Juan José Cambre y varias de Marcia Schvartz. Ya en el interior del stand hay otras joyas: ¿Donde está Joan Collins?, una obra de fotos (224 × 256 cm) de Alejandro Kuropatwa exhibida en el Centro Cultural Rojas en 1994, se vendió en 65.000 dólares; una escultura en madera de Jorge Michel, cuatro grandes pinturas de Kazuya Sakai; varias de Rómulo Macció; dos pinturas de Graciela Hasper; tres esculturas en pulpa de papel de Dolores Furtado que ya fueron reservadas; varias Mascaritas de Liliana Maresca, y Patín, uno de los últimos objets trouvés de la artista.
Muy cerca, atraen la vista en el exterior de Ruth Benzacar unas delicadas esculturas de Tomás Saraceno. Y ya en el interior del Stand, una docena de exquisitas figuras diminutas sobre papel de Liliana Porter, la mayoría realizadas en 2021. También tres obras de la serie Pupila, de Eduardo Basualdo, hechas en papel tiza sobre papel de connotaciones psicoanalíticas. Flotando en el espacio, se exhibe una escultura de acero inoxidable quemado con soldador de Luciana Lamothe, y en un rincón del stand, una pieza textil de Daniel Joglar en diálogo con varias obras de Chiachio & Giannone. La sorpresa del stand son dos grandes obras realizadas en tinta china de Stella Ticera, artista de 23 años recientemente incorporada por la galería.
El de María Calcaterra fue uno de los stands que atrajo más público el día de la inauguración. Hay razones: exhibe hipnóticos acrílicos de Rogelio Polesello, excelentes obras de César Paternosto, Nicolás García Uriburu, Edgardo Giménez, Kosice, Ari Brizzy, dos esculturas de Edgardo Antonio Vigo, Eduardo Costa y uno de los mapas quemados de Horacio Zabala.
Una enorme pintura de formas rojas sobre fondo blanco de la serie Angkor, de Kirin llama la atención en el panel exterior de Jorge Mara La Ruche, que muestra además obras de Carola Zech, Eduardo Stupía, varias fotos de Lucía Mara, que experimenta con una sorprendente técnica con negativos color y varias obras de la artista checa Květa Pacovská.
En Rubbers brillan varias grandes pinturas de Luis Felipe Noé, tres bellas acuarelas de Fermín Eguía, tres pinturas de la primera época de Xul Solar y dos grandes pinturas recientes de Liliana Golubinsky.
Otro imperdible es el stand de Casa Triángulo, dedicado a Max Gómez Canle, con pinturas exquisitas ofrecidas a 7.000 y 8.000 dólares.
Se suman a la lista de lo que es imprescindible buscar y apreciar en la feria los stands de Herlitzka Faría, con sorprendentes pinturas de Karina Peisajovich y Alicia Herrero a y un emblemático paisaje de Juan Pablo Renzi en su panel exterior y obras de Teresa Pereda, García Uriburu y Juan José Olavarría, entre otros, dentro del stand; en Palatina, una obra histórica de Eduardo Mac Entyre, y otras de Tulio de Sagastizábal y Gustavo Genta; en Aldo De Sousa se destacan dos cajas de luz del chileno Benjamín Ossa y varias extraordinarias carbonillas de gran formato de Alexis Minkiewicz; en Miranda Bosch, dos delicadas obras de Hernán Salvo y varias pinturas con humo de Pablo Lapadula; en Calvaresi, además de pinturas de la primera época de Carolina Antoniadis, se exhiben obras de Paola Vega, Daniel Basso, Fabián Bercic y Germaine Derbecq; Otto y ODA comparten un stand donde se exhiben obras de Desiré De Rider, María Torcello, Josefina Robirosa. Alec Franco y Teresa Magrane.
Son demasiadas las galerías y los artistas para mencionar aquí. Pero nadie debería dejar de conocer la obra de Carolina Antich, argentina residente desde hace años en Venecia, que se exhibe en el stand de María Casado. Son varias pinturas y, muy especialmente, dos pequeñas esculturas de figuras humanas extasiadas en la contemplación de unas piedras iluminadas hechas en cristal de Murano. Pura poesía, puro arte.