Nota publicada online

jueves 12 de febrero, 2009
Ariel Mlynarzewicz
Los lugares de la pintura
Ariel Mlynarzewicz

La obra del artista llega a la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, en una muestra integrada por 60 obras, que se exhibe hasta el 1 de marzo

"Siempre trabajé con los pequeños intersticios de lo cotidiano", confiesa Ariel Mlynarzewicz. Como un eco, en su principio vital creativo, resuenan las palabras del escritor austríaco Peter Handke, "Pero solamente vivo de los intersticios". Y es que el diario transcurrir, con sus ceremonias rutinarias y sus espacios reiterados, puede ser un universo inagotable y fascinante para la creación.
Con el título "Los lugares de la pintura", los 60 trabajos de Mlynarzewicz (Buenos Aires, 1964) que por estos días, recubren las inmensas paredes de la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, hacen palpable esa idea de lo cotidiano hecho obra, a través de colores vibrantes y trazos intensos, que evocan instantes, fragmentos y retazos de su existencia.
"Quería compartir con ustedes lo que para mí es maravilloso. Mostrar mi vida, porque yo pinto mi vida; no se trata de ninguna reflexión extremadamente intelectual, sino que es mi vida y quiero compartirla con ustedes con todo cariño", señaló visiblemente emocionado Mlynarzewicz en la inauguración de la muestra.
Así presentó sus trabajos recientes, que con la curaduría de Diana Wechsler, pueden verse en el espacio que el artista define como una de las mejores salas de Buenos Aires: "Exponer en Cronopios es uno de los cuatro hitos de mi vida, junto con los nacimientos de mis dos hijos y la invitación de Alberto Bellucci a exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes, en 2005".
Organizada en cuatro áreas temáticas que sintetizan la búsqueda creativa de este artista de amplia trayectoria local e internacional, la exposición registra cuatro tópicos recurrentes en su trabajo: los rituales de lo cotidiano, la ciudad, el taller y la vida y la muerte.
"El término antológica funciona, porque si bien no es estrictamente una
retrospectiva, al tratarse de obra de lo últimos años, está mechada con puntos de llegada de exploraciones que Ariel viene realizando desde prácticamente el comienzo de su trabajo", señaló la Diana Wechsler en la inauguración. Así, actos sencillos, rutinarios y privados como ducharse, lavarse los dientes o tomar mate aparecen reflejados con colores vibrantes y un dibujo preciso. De modo que la realidad resulta capturada, recreada y detenida por la voluntad y la creatividad del artista.
"Y es que Mlynarzewicz cree en esa realidad: imagina que hay algo ahí que todavía puede captarse, que puede transformarse, que puede falsearse para que haya otra realidad, después, sobre una tela", ha señalado alguna vez Martín Caparrós, "él cree en la realidad, y la familia es realidad por excelencia".
En este contexto, durante la muestra de Mlynarzewicz, su hijo Marco aparece tomando agua o jugando con su perro Picachu, o su hija Jazmin leyendo o haciendo la vertical, como protagonistas de historias mínimas que se repiten una y otra vez.
Como contrapunto de estas escenas íntimas, las imágenes correspondientes a la serie de la ciudad, trasladan al espectador en un escenario exterior. Pero en las manos de este artista, Buenos Aires se convierte en postales vibrantes, en las que "la solidez de las majestuosas arquitecturas se desvanece en las alteraciones perspécticas, la inestabilidad de los suelos, el desencuentro de los ángulos rectos", según la curadora.
Una de las obras más llamativas de esta serie es "Fiebre de sábado por la noche", en la que puede verse el Obelisco rodeado por los frenéticos movimientos de un tránsito enloquecido. "Son diez años de trabajo. Empecé en el 98 y lo terminé el año pasado, y hubo meses en los que ni lo miré, tal vez fueron años", comenta el artista a propósito de esta monumental obra.
Trabajador incansable, Mlynarzewicz habita largas horas en su taller y también lo hace un espacio esencial en su obra, como puede verse en la serie dedicada a ese lugar que describe como "una cocina que le ofrece profundo goce". Y allí transcurre gran parte de su vida. ¿Cómo trabaja? "De acuerdo a como me levante, retomo o inicio un cuadro, depende del impulso, de las ganas. Hay días que estoy más reflexivo, y entonces retomo un cuadro ya comenzado, y veo cómo seguirlo. Si me levanto muy excitado, probablemente inicie uno nuevo", contó el artista a Arte al Día.
Mlynarzewicz trabaja en varias series simultáneamente durante largos tiempos. Un conjunto de apuntes tomados en forma espontánea, puede luego convertirse en una serie, como la denominada "La agonía de mi padre" (2006-2008). "Ni la saturación de la materia, ni la sensualidad del color bastan para hacer presente la ausencia", señala la curadora a propósito de estas obras que intentan captar esa doble dimensión vida y la muerte, que inevitablemente, también forma parte de lo cotidiano.

.........................................................................................

Del 4 de febrero al 1 de marzo
Sala Cronopios, Centro Cultural Recoleta
Junín 1930

Notas más leídas