Nota publicada online
La restrospectiva de Antonio Seguí en Nohra Haime Gallery cubre un recorrido que va de sus primeros años hasta su obra más actual, centrándose en trabajos desde los años noventa hasta la fecha.
Tal y como podemos apreciar en la muestra, en los años sesenta se produce un paso del interés del artista por composiciones clásicas –en las que se hacía eco (y “parodia”) de los grandes maestros de la pintura- a las elaboradas composiciones que definirán su obra más conocida. Así en El Cruce o Nuve, ambas de 1969, Seguí introduce figuras esquemáticas, recortadas en madera –como si de piezas de un juego infantil se tratase- que coloca sobre un fondo generalmente neutro y plano. En Pedazos de Cosas y Relief Quotidien (1971) figuras desmembradas, piernas, cabezas, sombreros, manos… empiezan a expandirse por la superficie del plano, anticipando sus trabajos más contemporáneos. Este contraste entre un fondo no naturalista y personajes figurativos será recurrente en la obra del argentino, así como la expansión de éstas por todo el cuadro– denotando un interés por extenderse más allá del plano pictórico.
Maestro de múltiples técnicas, Seguí es considerado un pintor de ciudades. En sus obras (como Gritos y Susurros, Volver con la Frente Marchita o Amor por sí Mismo) Seguí se centra en el hombre urbano moderno, siempre en movimiento, creando, a través de la repetición y del amalgamiento de pequeñas escenas, piezas laberínticas que nos remiten al caos de la gran ciudad. En sus pinturas, que recuerdan a viñetas gráficas protagonizadas por un personaje fundamental, se desarrolla una narrativa compleja –de la que somos partícipes sólo a medias.
Su inconfundible estilo, el uso del color y en ocasiones del texto hacen de su trabajo una fuente de inspiración inagotable para las jóvenes generaciones del cómic y del manga.