Nota publicada online
En Modo Art gallery presenta “Estudio para un beso”, una muestra que reúne esculturas de pequeño formato realizadas en plata y cera. Y “Metamorfosis”, una serie de 11 obras realizadas en colaboración con Sandro Pujía, su hijo fotógrafo.
La vida es bella y Antonio Pujía da cuenta de ello. Romántico y vital, a sus 87 años, disfruta del placer del hacer y presenta en Modo Art Gallery “Estudio para un beso”, pequeñas esculturas realizadas en cera pigmentada con el procedimiento de la encáustica y otras en plata 925. A su vez, en la serie Metamorfosis, las mismas esculturas en pequeño formato son captadas por la cámara de Sandro Pujia creando, entre ambos artistas, obras que trasmiten una sensibilidad única en un lenguaje contemporáneo. Padre e hijo unen sus miradas para crear una obra que amplifica la emoción esculpida en cada pieza.
Antonio Pujía es un escultor enamorado de varias técnicas y no es casual que sean todas ancestrales; es un clásico que aprendió su oficio desde muy chico, apenas llegado de su pueblo natal Polia, en la Calabria del sur de Italia, tierras colonizadas por la antigua Grecia. Llegó a la Argentina a la edad de ocho años y se instalaron el barrio de Versalles. Bien orientado por su maestra de la primaria, los estudios secundarios los realizó en la Escuela Manuel Belgrano mientras que, para colaborar con su manutención, trabajaba en la escuela de artes decorativas de Jaime Sol, donde aprendió muy temprano a manejar el yeso.
Sus referentes son sus “amados maestros carnales” con los que se formó. El primero fue Utrecino, un escultor de barrio; luego, ya en la Pueryrredón, llegaron Troiano Troiani, Alfredo Bigatti, Alberto Lagos y José Fioravanti. Troiani, al que admiraba por su virtuosismo, lo contrató por $10 al día como ayudante en su taller y “Antonito” sintió que tocaba el cielo con las manos. Años mas tarde trabajó como asistente en el taller de Rogelio Yrurtia con el que también entabló una estrechísima relación y le encargó, antes de morir, la copia de sus manos que hoy se exhiben en la Casa Taller de Belgrano junto a un Rodin y un Picasso.
En 1956 se convierte, por concurso, en jefe del flamante taller de escultura escenográfica del Teatro Colón hasta 1970, año en que decide retirarse y dedicarse por entero a la escultura.
En cada una de sus obras, el nacimiento de la imagen surge de todo aquello que “nos sensibiliza, sentimos y pensamos”. “Si algo está golpeando para salir, comienzan a aparecer croquis o modelados en cera que se convierten en bocetos o primeras ideas”, cuenta entusiasmado. ”La noticia de una muerte de niños por hambre me sacudió tanto que no podía parar de hacer”, confiesa. Los temas que aborda son la injusticia social, las dictadura, la belleza y la importancia de la mujer en la sociedad.
“Las personas más importantes en mi vida fueron mujeres. Mi mama que me dio la vida, mi abuela Carmela, mi primera maestra que me hizo dar los primeros pasos en el dibujo, mi primer amor del 52 y mi mujer Susana con la que formamos una lindísima familia de artistas”. Todas ellas están representadas en las obras de la emblemática muestra “Homenaje a la mujer” de 2008 en el Sívori. Muchas de estas figuras se repiten en la joyas que presenta Modo Art Gallery y que no son otra cosa que “pequeños piropos” a sus homenajeadas.
Antonio Pujía trasmite toda la belleza de la vida en cada una de sus obras sin olvidar aquello que escucho alguna vez de Portinari en la Galería Peuser: “cada uno tiene que hacer lo que siente, cómo lo siente y con su propia voz.”