Para Juan Nördlinger

"No son frascos, no son objetos decorativos, los sillones son o somos.

Interactuamos.

Tengo una mirada intimista, me regocijo con ello, me lo apropio.

Es un lugar de diálogo, de ocio, lectura y gastronomía, de uno o de compartir, ¿porqué no sexo?, sueños y de frustradas fantasías.

De lo que sabemos construir y deconstruir también.

Me olvidaba de las sillas, bancos, sofás, y de otras tantas maneras que tenemos de aposentarnos.

Y de esas mantas que insertamos por el solo hecho de cubrirnos con ternura, para preservarnos de esta vida, que ya sabemos de que se trata".

Nördlinger recurre a las vísceras del arte para mostrar la tendencia destructiva y autodestructiva del ser humano, realizando una transposición desde el arte destructivo hacia la instalación “Deconstrucción” y desde sus propias vísceras confrontar la realidad dramática de la soledad. Juan Nördlinger necesita revisar para descubrir  de qué esta hecha. 

Sin límites precisos, -como él mismo lo relata- entre una realidad palpable y la confrontación con la ficticia, nos propone un espacio reflexivo donde uno se siente fluir en esa descomposición matérica del sillón, el espectador se funde en esa escena donde las emociones nos desmaterializan. Parecieran discurrir en un dispositivo sin fin, para así volver a comenzar.