Nota publicada online
Una exposición de aproximadamente setenta obras de Alexander Calder (EE. UU., 1898 - 1976), que abarca seis décadas diversamente creativas de la vida del artista. Constituyendo un amplio panorama, la exhibición es un testimonio de la contemporaneidad perdurable de Calder y la importancia de sus contribuciones artísticas.
“Así que lo que hago no es exactamente lo que pienso… sino una especie de esbozo, una aproximación hecha por la mano del hombre. Que otros capten lo que tengo en mente me parece accesorio, por lo menos mientras ellos tengan sus propias ideas.” Esta afirmación de Alexander Calder publicada en uno de sus libros en 1951 da algunos indicios de la manera en que AC concebía su producción. Interesante porque no se basa en certezas sino en obras que se abren a experiencias colaborativas donde el azar juega un plano interesante a pesar de que sus obras tenían previsión del movimiento que se produciría.
La convocatoria tiene menciones muy destacables, en parte porque su nieto y presidente de la Calder Foundation fue quien recorrió los espacios comentando y accionando las piezas que necesitaban el impulso; también porque la curadora Sandra Antelo-Suárez, quien viene estudiando su producción, nos acerca un plano muy amplificado de lo que realmente implica este singular artista, tan difundido que tiene obras en 38 países. Explica en su texto: “su obra se reactiva constantemente en un esfuerzo por generar encuentros fortuitos con la materialidad fundamental del mundo: los objetos y sus propiedades, el espacio y el tiempo, la causa y el efecto, la posibilidad y la certeza.” Y esto la lleva en parte al títuloTeatro de encuentros. Pero hay que citar también aquí al diseño expositivo porque magnifica la idea de presentar el aire como parte de lo que el propio artista consideraba como “una estética de la ingravidez”. El trabajo de Pablo Zaefferer con el asesoramiento del Estudio Federico Churba hicieron junto al equipo de montaje de Proa un gran trabajo.
Lo cierto es que una vez que tenemos un Calder delante es como experiencia que no olvidaremos jamás. Es el propio autor quien quedó fascinado con la representación del movimiento de los planetas y lo escribió: “¿Cómo nace el arte? De los volúmenes, el movimiento y los espacios cincelados dentro del espacio circundante, el Universo.” Su búsqueda siempre fue encontrar otra forma de hacer escultura “la necesidad desesperada de desconectarse del suelo para anular la obstinada conexión entre la escultura y su analogía: el cuerpo humano enraizado” - cito el texto curatorial-.
Hay una obra que sólo pudo reconstruirse cuando se halló la pieza que la explicaba, una carta de Calder dirigida a James Johnson Sweeney curador del MoMA proponiéndola para su retrospectiva de 1943, obra que no fue aceptada y tiene el germen de todas sus producciones posteriores. Se trata deSmall Sphere and Heavy Sphere, 1933cuyo plan de acción tiene la simpleza de una barra suspendida del techo y unos objetos en el piso. El vector es la barra de hierro y los objetos cotidianos cinco botellas de vidrio, un platillo (gong), una lata y un cajón de madera. “Los objetos no son importantes. Lo que importa es la proposición y su complicación: la impedimenta, la inercia, las distintas extensiones, los sonidos de golpes secos y choques que se generan cuando se activa la pieza. Calder llama “impedimenta” y también usa otro término para definir sus propósitos, la “disparidad contra el determinismo”, una situación que invoca lo lúdico de su obra y lo lleva a trabajar con una paleta restringida de blanco-negro, rojo como disonancia y los dos colores primarios que restan. De sus relaciones personales surgen ideas, de Marcel Duchamp quien bautiza como móviles sus piezas o de Jean Arp que indica como stábiles sus proyectos que no incluyen movimiento. Explicó Gilles Deleuze que para él Calder “se enfoca en la complejidad sensual de la realidad. Por realidad, quiero decir la realidad física y la fantasía, ‘es un caso de transición’, ‘de un cambio’, un becoming, un devenir, pero que perdura, un cambio que es la sustancia misma”.
En las cuatro salas de la Fundación Proa se desenvuelve el proceso de búsqueda que lleva a AC a ir encontrando una serie de parámetros que están tan bien profundizados en los textos que recomiendo leer y se encuentran accesibles en fragmentos en la página web, como en el bellísimo catálogo de referencia. Se leen una serie de interpretaciones ya que también es difícil clasificarlo como artista abstracto, dadá o surrealista, pues su singularidad descansa en una cierta absorción en un tema “que es fresco, una frescura que contiene y mantiene emoción…” tal como afirma de John Dewey.
No se la pierdan!