Nota publicada online
La muestra Ladridos de la noche reúne trabajos fotográficos nocturnos realizados por el artista a los largo de quince años. Son imágenes de gran belleza e impacto visual, a mitad camino entre el documento y la ficción.
Cuando tenía 15 años, Alejandro Chaskielberg hizo su primer curso de fotografía en el Centro Cultural Rojas. Hoy, 30 años después, exhibe allí mismo, en la Fotogalería del Rojas, Ladridos de la noche, una muestra de gran belleza e impacto visual que reúne quince años de su trabajo de fotografía nocturna. En otra escala, los largos períodos de tiempo son significativos en su obra. Las que expone ahora -fotos realizadas por el artista entre 2006 y 2021- son imágenes tomadas en la oscuridad durante varios minutos de exposición -como se trabajaba con los daguerrotipos en los inicios de la fotografía- de escenas iluminadas con la luz de la luna, linternas, fuego, o la combinación de esas fuentes. El paso del tiempo es clave en la fotografía de Chaskielberg también porque no es el instante lo que captura con su lente, sino imágenes que crea a partir de historias de vida. Son imágenes construidas, creadas más que capturadas, con la suma de millones de instantes que finalmente se congelan en uno, a mitad camino entre el documento, el registro de la realidad, y la ficción. Desde que se abre el diafragma de su cámara hasta que se cierra minutos después, el artista estira el tiempo. Lejos de registrar lo que el ojo humano percibe en las escenas que fotografía, Chaskielberg crea escenas nuevas a partir de su manejo del tiempo y de la luz para que después sí, el ojo sea capaz de percibirlas.
Las historias de personas o de la naturaleza exhibidas en el Rojas pertenecen a seis proyectos diferentes: Nocturama; Laberinto; Otsuchi, Memorias del futuro; Natur-e; La Creciente; y Pixels.
Las historias son contadas en esos seis proyectos desde la vivencia propia del autor con las personas y los lugares donde trabaja por años. “Su búsqueda constante -se lee en el texto del catálogo- es representar una realidad alternativa: un mundo detenido más hermoso, aún en la catástrofe. La vida en las islas del Delta del Paraná fotografiada durante noches de luna llena, las consecuencias de un poderoso tsunami en un pueblo japonés de pescadores, un mágico laberinto oculto en las montañas, paisajes invadidos por las pantallas de teléfonos o la experiencia de pasar la pandemia con su hija en una casa rodante en el bosque, son algunas de las historias expuestas. Aquí el tiempo se comprime mucho. Las personas posan inmóviles por varios minutos en la noche mientras Alejandro recorre la escena para iluminar. El tiempo se estira y las estrellas se dibujan como líneas en el cielo. El viento, los árboles y los insectos terminan de crear la caja de resonancia donde las escenas ocurren y casi siempre, de fondo, ladran los perros en la noche”.
En cada uno de los proyectos que encara, Chaskielberg se compromete fuertemente con el lugar y las personas que lo habitan: no los visita para hacer las fotos, los habita durante meses o años, establece relaciones personales con los protagonistas. Los conoce. Mientras viven sus vidas, los retratados trabajan con él. De alguna manera, se convierte en uno de ellos. El resultado es el registro no de un instante, sino de una experiencia. Para elaborar La creciente, extraordinario ensayo fotográfico sobre la vida de los isleños en el Delta del Paraná, Chaskielberg vivió y trabajo allí durante tres años. Él mismo fue un isleño de los que posaron inmóviles como estatuas para su cámara durante cinco, ocho, diez minutos.
En Laberinto, el tiempo fue más breve, pero igualmente intenso. Fueron necesarios cuatro meses de trabajo en el lugar -cerca del pueblo El Hoyo, en Chubut-, en varias etapas entre 2015 y 2017, para lograr las espectaculares imágenes del gigantesco laberinto de 8.000 metros cuadrados.
Las más conmovedora de las seis series en parte exhibidas en la muestra es sin duda Otsuchi, Memorias del futuro. La ciudad de Otsuchi fue una de las más golpeadas por el tsunami que afectó la costa noreste de Japón, en marzo de 2011. Olas de hasta 18 metros de altura destruyeron más de la mitad de la ciudad pesquera y murieron en la catástrofe unos 2.000 habitantes, casi el 10 por ciento de la población. En los siete viajes que hizo al lugar, Chaskielberg fotografió a los sobrevivientes en los restos de sus casas y presenta una documentación visual de la destrucción y la pérdida, conectando los retratos de los sobrevivientes con miles de fotografías de familiares recuperadas de las aguas.
Ladridos de la noche se puede visitar hasta el 20 de diciembre en el Centro Cultural Rojas, Av. Corrientes 2038. Gratis.