Nota publicada online
Curada por Marcello Dantas, hasta el 2 de abril del 2018, Fundación Proa presenta Inoculación, una muestra que reúne instalaciones monumentales, objetos, fotografías y videos de fuerte impacto político y simbólico, que brindan un amplio panorama de sus trabajos más icónicos y dan cuenta de la prolífica e intensa carrera del artista. Reconocido por documentar y reflexionar sobre las arbitrariedades políticas y sociales de occidente así como de su país de origen, su práctica artística se desarrolla en torno a la libertad de expresión, los derechos humanos y la explotación económica y ambiental.
La muestra de Ai Wei Wei, seguramente el más conocido de los artistas de China a nivel mundial, ya había generado un interés especial desde aquella primera visita en agosto de 2017 cuando pudimos escucharle la voz, ver sus gestos y sus silencios a la hora de responder, cuando fuera anunciado el acuerdo entre el artista, la fundación y la embajada de Alemania para traer una parte de su trabajo por primera vez a Sudamérica, en una gira que comienza en Buenos Aires pero seguirá un derrotero por el continente a lo largo de este año. Además de proponer una obra decisiva en sus alcances, es una persona que despierta interés en el lugar donde esté y que colma ese espacio con una presencia importante.
Entre colegas, al salir de aquella conferencia de prensa, nos preguntamos qué sería lo que en realidad traería a Buenos Aires porque el interés del público fue preguntar mucho más por su condición de perseguido político. Pero la selección que se exhibe en Fundación Proa hasta abril del corriente año, no defrauda, sino que es una muestra de tal intensidad que crea un recuerdo en cada uno que pasa a disfrutarla o que llega hasta ese sector de La Boca. En la vereda de Fundación Proa es imposible ignorar esas brillantes 1254 bicicletas, una pieza monumental que ocupa casi todo el ancho, montada sobre una plataforma apenas elevada. Se trata de “Forever” Bicycles de 16 metros de largo por 9 de altura. Lo destaca en su texto de presentación la referente de Fundación Proa, Adriana Rosenberg: “este gesto de Proa hacia el barrio apunta a poner a disposición del transeúnte casual, del paseante ocasional, de los niños, una de las obras más bellas construidas con objetos de la vida cotidiana”. Toparse con esa estructura anima a entrar.
El recorrido comienza con una historia de vida donde puede seguirse la secuencia de momentos que lo condicionaron tanto en libertad vigilada, como exilios o situaciones de gueto como cuando su padre estuvo confinado junto a su familia, acusado de contra-revolucionario por el mismo gobierno que lo había condecorado. Como su padre fue un poeta notable, su relación con la poesía es tan profunda que el propio curador, Marcello Dantas comentó que Wei Wei se considera a sí mismo también un poeta, en tanto que desarrolla la idea, piensa y contrata para materializarla a una selección de personas, en su gran mayoría artesanos chinos de gran oficio en la madera o la cerámica. A veces cambia la vida del grupo elegido para una idea, como efectivamente pasó con las mil seiscientas artesanas que le hicieron la dotación de semillas de girasol en porcelana para la obra homónima de 2010 y de la que puede disfrutarse una instalación también aquí. Aquellas mujeres comenzaron a ganar más que sus maridos cambiando la economía regional y dejando un debate abierto sobre los roles en las familias. Por esto la muestra se llama inoculación, pues según propuso el curador Dantas, el término “Inocular”, que en su etimología en latín significa “en tus ojos”, comienza a funcionar mucho antes de convertirse en una obra dentro del espacio expositivo.
Ai trabaja con esa transformación que el arte intenta, armando colectivos solidarios donde los oficios regionales sobresalen en calidad. “Es probable que esta exhibición nos revele una nueva mirada sobre el presente y a los públicos de sus próximos destinos sudamericanos”, se entusiasma el curador y se nota que fue muy bien comprendido por el equipo local, algo que con tanta claridad se expresa en el texto publicado: “Ai Weiwei entiende la totalidad de la arquitectura de Proa como espacio expositivo, eso incluye la vereda, la librería y el café, creando una relación interesante entre la tradición y la modernidad” Y más adelante: “podríamos decir que están representadas todas sus etapas, aquellas que atraviesan el arte y la política; la recuperación de la historia de China a través de sus íconos; también el trabajo con los materiales representativos de su cultura y la capacidad artesanal para producir obras. Las semillas, los cangrejos, los muebles, las fases de la luna y los taburetes, las vasijas y las obras en papel, nos muestran el detallado amor por la vida en comunidad y la recuperación del trabajo conjunto de personas anónimas que logran producir una experiencia estética.”
Obras que contienen una visión crítica de las relaciones ambiguas del artista con su nativa China, que hacen que sea muy recomendable dejarse guiar por la muestra para entender el plan. Un destaque a la versión del inflable adaptado al tamaño de una sala enorme de Proa que a la vez se ocupa plenamente con esos cuerpos anónimos, contundentes pero oscuros como metáfora de su invisibilidad. Contrasta con la fuerza del papel que cubre las paredes del bar donde cada día de su prisión domiciliaria fotografió un arreglo tradicional floral que se coloca en las cestas de las bicicletas. Tradición pero a la vez contemporaneidad es el vaivén en que nos sumerge esta muestra de Ai Wei Wei.