Nota publicada online

Hija del reconocido coleccionista Jacobo Fiterman, Adriana (1962-2020) dedicó toda su vida al ámbito de la cultura participando de exposiciones con sus obras y como diseñadora de montaje. Como artista fue alumna del maestro Carlos Gorriarena; su práctica como arquitecta estuvo íntimamente relacionada con los espacios de arte. Diseñó montajes de exhibiciones, espacios de varias galerías y desde fines de los años 90 hasta 2019, estuvo a cargo de la organización espacial de la Feria arteBA.

Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo
Georges Didi-Huberman
El título de esta exposición, Ida y Vuelta, surge de una de las pinturas más emblemáticas de Adriana Fiterman y refleja un tema central en su obra: el movimiento constante entre opuestos, la coexistencia de fuerzas contrarias y la exploración de dualidades. En 2006, la artista tituló una de sus muestras Dualidades, un concepto que reverbera en gran parte de su producción.
Hoy traemos sus pinturas y también su palabra. En los títulos de sus obras encontramos algunos que enuncian esos pares que ella observaba y a su vez plantean una forma singular de verlos: Presente/Ausente, Naturaleza/Antinaturaleza, Uniones/Soledades, Aproximación/Distancia, Espeso/Agobiante, Desdoblado/Dividido...
En sus obras, Adriana crea un espacio simbólico donde lo que podrían ser conceptos o imágenes antagónicas se encuentran y conviven sin jerarquías. A través de la superposición de planos pictóricos, pone en contacto elementos antitéticos. En este (su) universo iconográfico, los sujetos que retrata también conviven. Perfiles humanos diversos se encuentran en el espacio de la pintura, creando un inventario social que refleja su curiosidad e interés ecuánime por el otro. ¿Son retratos o espejos? Hay una preferencia por dejar flotar las preguntas, por permitir que las imágenes sean, ante todo, trama.
Como señala Ana María Battistozzi, en sus pinturas el plano de la representación adquiere tanto protagonismo como la representación misma. Figura y fondo se equilibran, desdibujando los límites entre ellos. Eduardo Stupia, por su parte, destaca la armonía elegante y el equilibrio que predominan en su obra, incluso en medio de acumulaciones y superposiciones. Un mundo donde la narrativa tiene que vérselas con los juegos arbitrarios del lenguaje.
¿Qué nos traen estas imágenes? Nos traen sus sentidos, abiertos o escondidos, que irradian y resuenan en quienes hoy las miramos. La pintura actúa como una cápsula de tiempo, un espacio donde podemos encontrarnos con otros y con otras en la historia. En los presentes superpuestos de la pintura, está Adriana. Una presencia, una forma de la presencia que persiste en el tiempo.
Dice Didi-Huberman: "Las imágenes nos sobreviven; somos el elemento frágil, de paso, mientras ellas son el elemento del futuro, de la duración. Ante una imagen, el pasado no cesa nunca de reconfigurarse."
Esta exposición es un homenaje a Adriana Fiterman, a su búsqueda incansable y a su capacidad para transformar sus observaciones y preguntas en poesía visual. Un viaje de ida y vuelta entre el arte y la vida, entre el pasado y el futuro, entre la presencia y la ausencia.
