La obra de Milo se reconoce por su frescura, su línea simple y sus colores primarios. Es una pintura de fácil lectura, poco pretenciosa y que, básicamente, trasmite alegría. Se la asocia al art brut, no sólo por la forma sino por la poca formación que ella insinúa. Sus personajes son aquellos mismos personajes que todos alguna vez dibujamos en alguna servilleta sin buscar hacer una obra de arte sino solamente trasmitir una emoción: el amor que late en un tierno y rojo corazón, la esperanza flotando en el trazo de una sonrisa, o el asombro que asoma en un par de ingenuos ojos de enormes pestañas. Posiblemente, por todo esto, es una obra que nos impacta directo y “encanta” a grandes y a chicos, a eruditos y a inexpertos. Una obra muchas veces salpicada de palabras que nos hablan de las cosas simples y esenciales de la vida: paz, amor y alegría.
Milo Lockett es el mayor de cuatro hermanos de una familia católica, radicada en Resistencia; dibujó desde muy chico, pero fue algo que abandonó y recién retomó a la mayoría de edad. Hiperactivo, deportista y pícaro, trabajó desde los diez años, no por necesidad sino por inquieto y ocurrente. A los dieciseis años ya tenía montado un micro emprendimiento vendiendo ajo en la calle, mas tarde tuvo verdulerías, varios bares y fabricó ropa. Durante varios años dibujó sin mostrar lo que hacía hasta su primera exposición en el Centro Cultural de la Universidad de Chaco, en la que le fue muy bien mientras el país se derrumbaba y con él su proyecto empresario. Ese día decidió “ser artista y vivir del arte”. Su mujer lo apoyó y, desde entonces, comenzó a transitar este camino con la convicción y la energía que lo caracterizan. Llegaron las becas Antorchas y Trama, exposiciones en su Chaco natal y en Buenos Aires, el vértigo de ventas en arteBA y Expotrastiendas, la feria de San Pablo y tentadoras propuestas de los rincones más insospechados. Tiene claro que su camino es desarrollar su carrera artística comprometido con lo social, y allí pone el foco.
Acaba de presentar su libro, una cuidada publicación que recopila su prolífica producción. Toda la recaudación será donada para construir una Casa Garrahan Chaco. Está muy entusiasmado con este proyecto que tiene como objetivo fundar un hogar que le dará asilo a niños con leucemia u otras enfermedades. El 8 de diciembre participó de la creación de un Parque Navideño en Buenos Aires con envases de Tetra Pack pintado por niños; durante la inauguración, se realizó un remate de obras que el artista donó y que sumaron $58.000 al proyecto. También lleva adelante un programa de murales para escuelas y desarrolla actividades con las comunidades aborígenes wichi y pilagá, en las provincias de Chaco y Formosa.
Consciente de lo que genera y de lo que quiere afirma: “Soy ambicioso pero no me gusta acumular, prefiero el desafío a la comodidad; todo problema tiene siempre una solución y esta búsqueda te mantiene vivo y te agiliza la cabeza”. Su sueño es retirarse y dedicarse a un trabajo social de tiempo completo. Mientas tanto su obra brilla, espontánea y provocadoramente pura, bajo el sol del Este.

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Más info
Grillo Arte, Calle 28, entre Gorlero
y Calle 20, Punta del Este