La artista Lucy Mattos ya tiene su museo
LLEVA SU NOMBRE Y EXHIBE MÁS DE UN CENTENAR DE OBRAS CONTEMPORÁNEAS; UNA INICIATIVA PRIVADA QUE MERECE CONOCERSE.
Seguramente Lucy Mattos jamás pensó que aquellas tardes modelando (o más preciso jugando) con la arcilla colorada misionera iban a marcar, mucho después, una vida en la que el arte ocuparía un lugar central. Menos aún, imaginarse donde está hoy: en el museo de arte contemporáneo que lleva su nombre y acaba de inaugurar en Beccar, con vista a la tradicional avenida del Libertador.
“Nací en un pueblo, Campo Grande, en medio de la selva, pero a los tres meses mi familia se mudo a San Ignacio. Allí Viví hasta los siete años, pegada al río Paraná, frente a Paraguay”, cuenta Lucy en el museo, inaugurado el 19 de abril último, en un acto con más de 400 invitados, incluido el intendente Gustavo Posse, y muchos vecinos que le felicitaron por la tarea. Es que sin apoyo alguno, la artista organizó un museo de primera línea, con un centenar de obras que repasan parte de su trayectoria. Unas pocas pinturas, algunas instalaciones y muchas esculturas, su gran pasión.
“Nunca me olvido de mis orígenes, de mi pueblo”, asegura Lucy, que en sus obras tiene claras referencias a la figura femenina. “Me interesa la mujer trabajadora, luchadora”.
Justamente a eso remite una de las obras que muestra sutilmente a una mujer que lleva una canasta sobre los hombros. “Mi padre era enfermero, de los de antes, que hacían de todo, y mi mamá, ama de casa. Las primeras trabajadoras que vi fuera de mi casa y me impresionaron mucho fueron las paraguayas que cruzaban el río con sus canastos colmados de productos de campo o chipa.
Aquellos trazos que dio en tercer grado, cuando su madre aceptó la sugerencia de la maestra de mandar a la pequeña a clases de dibujo, tuvieron continuidad en el bonaerense barrio de San Martín, donde se radicó la familia, a sus 11 o 12 años, en un taller barrial.
Maestra y profesora de Bellas Artes, Lucy no ha parado de producir arte, de incursionar, investigar. Comenzó a exponer en los 70 y reconoce a Enrique Romano como uno de sus maestros, que no la pudo convencer de utilizar la soldadora en sus obras, pero si le inculcó el amor por la escultura que perdura. Es que ese contacto físico con la obra, la posibilidad de tocarla, rodearla, lo tridimensional, le permiten, según ella, un compromiso con la creación inigualable. Bronce, plata, madera, metales blancos, acrílicos, piedras y alabastro forman parte de sus materiales. También la resina poliéster, uno de sus preferidos, que comenzó a utilizar en el 90. “Es muy liviana y te permite trabajar volúmenes y alturas importantes”, explica. Así dio forma a la Hermana de Dalí, una interpretación muy personal de Muchacha en la ventana. Claro que en su caso, la joven observa el Mediterráneo, como en la obra del pintor español, sino las Cataratas del Iguazú.
POR LAS SALAS
Una de las obras que más llaman la atención es Mujer árbol, con piernas y brazos que en lo más alto se convierten en ramificaciones. La obra está construida en resina poliéster, tiene 3,15 metros y cuenta con materiales naturales, como en muchos otros trabajos: fibras naturales de palmeras. Además, está iluminada en su interior con focos de neón, una técnica creada por ella.
El museo es un viejo sueño, que gestó desde hace dos años y le insumió mucho esfuerzo.
Sin embargo, nunca abandonó el taller, a dos cuadras de su casa, en Martínez, donde hoy trabaja en tres obras al mismo tiempo. Una de ellas, una figura masculina modelada a la cera perdida que simboliza a un depredador de la naturaleza (es una ferviente defensora del medio ambiente), en la que incluirá una liana de la selva misionera.
Las obras están distribuidas en 600 metros cuadrados cubiertos, en tres plantas, sumado a un coqueto jardín. Para 2013, la idea es abrir la planta baja a muestras temporarias para artistas emergentes y consagrados, y de distintas expresiones artísticas. El segundo piso, donde esta la joyería artística, ofrece una sorpresa en los baños. Al correr una cortina queda a la vista una bañadera equipada con sistema de hidromasaje. En su interior, la escultura de una mujer desnuda en tamaño real rodeada de artículos de perfumería. Sentado, a su lado, también desnudo, un hombre con recortes de diarios de autos y mujeres pegadas en el cuerpo. El conjunto despierta más de una sonrisa. “Quise simbolizar los mandatos a los que estamos sometidos. Sí, tiene mucho de ironía”, Sostiene Lucy.
El recorrido bien puede finalizar (o comenzar) con un video de cinco minutos que se proyecta en un pequeño auditorio y nos lleva en un viaje imaginario por la selva misionera, La Boca y otros barrios, en el que sus obras coquetean mágicamente con un paisaje único.