Sabemos que, si el arte en general exige al espectador una participación activa, el arte contemporáneo coloca esa actividad en tales niveles de intensidad que algunas teorías han llegado a situar al receptor de la obra en un plano de cierta igualdad con el artista.
Una parte de esa tarea implica energía física, por ejemplo, cuando el ojo debe reconstruir imágenes fragmentadas para darles un sentido que tranquilice nuestra ansiedad por nombrar las cosas. La otra parte de la tarea involucra la actividad intelectual de ir revelando las sucesivas capas de sentido que están depositadas en la obra. Capas dobles, porque las que fue desplegando el artista al producir la obra se cruzan con las que encuentra el espectador a partir de su propio mundo personal.
Desde hace años Zargón trabaja con imágenes de espacios industriales abandonados. Viejas fábricas que dejaron de funcionar por las sucesivas crisis y reconversiones. A partir de fotos que ella misma toma en sus recorridas por diferentes lugares ha ido creando un archivo documental de espacios urbanos que ya no existen. De los deseos o ambiciones frustrados en microhistorias locales avanza hacia los contenidos englobadores de las decepciones de nuestra cultura, la imposibilidad de lo esperado, la fugacidad, las ausencias, los vacíos, los espacios olvidados.