Milagros Bello- í¿Cómo inicia su carrera? í¿Qué lo impulsa a pintar por primera vez? í¿Cuándo se inicia como pintor?
RVS- Cuando a la edad de 6 años tuve conciencia por primera vez del dibujo y del color, quise ser pintor; me inicié como tal cuando me apropié de un pote de pintura roja y, a falta de pinceles, pinté con las manos y con una tuza (el corazón donde van adheridos los granos de maíz)
MB- í¿Cuáles son sus motivos creativos, los ángeles y demonios que lo habitan y lo impulsan como creador?
RVS- Me interesa conectarme con el mecanismo primario del acto creativo, aquella cosa que va más allá del intelecto y que pertenece más bien al territorio de la intuición; así, mis ángeles y mis demonios no son de esta realidad normal, aunque tengan referencias de ella.
MB- í¿Cuáles son los maestros o artistas que le han llegado más como pintor? í¿Por qué?
RVS- En mi santoral de magos están Paul Klee, Joan Miró, Jean Dubuffet, Antoni Tápies, Rufino Tamayo y Francisco Toledo, pero sobre todo, los rupestres, los primitivos australianos, los primitivos africanos, los de Oceanía y, sobre todo, los precolombinos. Todos ellos, porque trabajan en sus obras Intuición-Forma-Poesía desde sus raíces primarias.
MB- Sus pinturas muestran seres oníricos, seres fabulosos de un mundo interior. í¿Cómo define a sus personajes? í¿Qué son? í¿De dónde provienen?
RVS- Cuando voy a la tela o a cualquier otro soporte en el que me dispongo a trabajar, trato de ir con la mente en blanco o teniendo al menos una idea muy vaga de lo que quiero hacer. Trato de que mi mente-intelecto no tome las riendas del acto creativo, me remito a una especie de dejadez intuitiva. Se forma un juego de apariciones donde el artista se convierte en el mago creador que decide quién vive y quién no. Entonces, mis personajes son producto de apariciones no intelectuales que adquieren su cédula de identidad personal gracias al exorcismo de la pintura.
Es una relación entre lo material, la vida oculta del cuadro y toda mi historia personal como ser humano interno-externo, consciente-inconsciente.
MB- Hay en sus obras una perseverante orientación hacia la mujer, al ser femenino. í¿Cómo vive la mujer en esos cuadros?
RVS- La mujer es un ser mágico, de poder, depositaria de la vida; no es extraño que irrumpa en el mundo de mis pinturas.
MB- Las telas muestran una pintura con colores saturados y a su vez intensos y aéreos. í¿Qué es el color para usted? í¿Una excusa para el escenario del cuadro? í¿Un componente comunicativo que expresa estados más allá del pigmento?
RVS- El color tiene sus características propias, su propia personalidad, su inmanencia, su personal discurso. Cuando pinto, también me dejo llevar por el color, eso sí, cuidándome de su seducción, para que no me pierda. Hay veces que "quiero" pintar un cuadro con dominante azul y termino haciéndolo en rojos; por ejemplo, cuando uso el color no me remito al color natural porque al igual que con las formas, no copio a la naturaleza.
MB- Su trabajo insiste en seres sin rostro, sin definición psicológica. í¿Por qué?
RSV- Porque el ser humano se ha ido deshumanizando. Se ha ido diluyendo en la descomposición, en la nada reconocible.
MB- Han llamado shamánica a su pintura. í¿Qué piensa de eso?
RVS- Yo sólo pinto.
LAS OBRAS
Raúl Vásquez Sáez es un hombre de introspecciones y filosofías humanistas; su pintura figurativa rompe con la realidad cotidiana y nos sumerge en un mundo del ensueño interconectado con una fabulación ontológica que indaga el Ser y sus orígenes. Su búsqueda pictórica reflexiona sobre el Hombre en el sentido definido por Martín Heidegger, Roger Caillois o Gaston Bachelard. Vásquez Sáez plantea, sin miedo a no seguir las formulas directas del realismo o del formalismo representativo, magos y demonios, ángeles y fantasmas que desbordan toda lógica de la realidad. Su trabajo como demiurgo-pintor recrea el ser y el mundo en su mitos y arquetipos primarios; en un retorno al origen, sobresalen el mito de la fertilidad femenina, el mito de los dioses-animales detentores del poder en el mundo ancestral - el jaguar, el pájaro, la tortuga- o el mito del Eccehomo, en tanto ser de milenarias sabidurías.
Seres brumosos y difusos, apenas delineados por breves trazos y signos crípticos, llenan el lírico espacio cromático dominado por un intenso color saturado y difuso. Fuertes resonancias poéticas y sensuales visos sobresalen en estas obras de sutiles pigmentos. El color se asume como un lenguaje personal, que determina el tono psicológico de estos seres-duendes, ubicados en una distancia onírica.
En la obra "Wuachilompe" o en Vaso con jaguar sobresalen los arquetipos más arcaicos de su universo imaginario. En el primero, un ser fracturado y sumergido en intensas coloraturas rojizas aparece en un mundo mítico-cósmico que nos remonta a los primeros relatos del origen. Apenas delineado con trazos y segmentos, en una sutil construcción de fragmentos, esta entidad del au-delí se impone como ser primario, como raíz y principio de la humanidad. En el segundo cuadro, un ser híbrido y fantasmal, acompañado por símbolos crípticos de antiguas civilizaciones, nos mira desde sus ojos enmascarados, simbolizando el jaguar del continente latinoamericano. La obra de Vásquez Sáez restituye los fragmentos de una identidad originaria, sea ésta de Latinoamérica, Oceanía, í?frica o Australia. Son siempre las semillas del hombre en sus remotos orígenes.
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