Jesús Soto fue, junto con Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero, uno de los grandes fundadores del Arte Cinético, en el prolífico París de los años cincuenta; estos tres venezolanos aportaron un nuevo lenguaje a la historia del arte universal: la creación del movimiento virtual ?la ilusión de movimiento visual? en la obra de arte, sin uso de motores u otros medios mecánicos inducidos. Inspirado en la gran revolución abstracta y en los radicales cambios producidos por el Optical Art, Soto logra dar el gran paso de producir la ilusión de movimiento en la obra haciendo coincidir o chocar visualmente varillas de hierro contra líneas blancas y negras pintadas en un plano de fondo; cuando el espectador camina de un lado al otro delante de la obra y chocan en la retina ambos componentes, se produce una vibración visual que da la sensación de que la obra vibra o se mueve rítmicamente, sin necesidad de usar ningún medio externo que lo impulse. Este trascendental descubrimiento lleva a la cúspide del lenguaje de la abstracción en Europa. El arte cinético lidia, como también lo hace el arte abstracto, con los fenómenos intangibles del mundo y con las dimensiones cósmicas del Universo. A través del uso de las geometrías básicas (líneas rectas, curvas, cubos, ovoides, esferas), de la luz y del color, este arte apunta a fenómenos acústicos y musicales, a ritmos y movimientos en el cosmos. El arte cinético es estructura inmaterial con movimiento virtual.
Jesús Soto inicia sus investigaciones en los cincuenta en París, con construcciones tridimensionales en las que utiliza leños pintados y varillas de metal superpuestas que producen una vibración óptica; para los años sesenta ha redimensionado la fuerza visual de la obra, produciendo ya una variada cantidad de estas estructuras de poderosa fuerza visual. La ruta creativa de Soto marcará a partir de aquí complejas creaciones cinéticas que se plasmarán en estructuras bidimensionales, tridimensionales, murales y estructuras ambientales, interiores y exteriores. Serán la expresión de la pasión de un hombre entregado al descubrimiento. Aparece luego una obra de estructuras pequeñas, cuadradas y coloreadas, metálicas y planas, que se ensamblan con un fondo, blanco y negro o pintado con líneas rectas blancas y negras que se suceden. Es una estructura estable, donde sobresalen los reflujos cromáticos. En este sentido, en una entrevista con la investigadora de arte María Elena Ramos, Soto se caracterizó a sí mismo como \"paisajista\", argumentando que los colores que usaba remitían muchas veces a los colores de su ciudad natal; se refería a los intensos cromos de ese territorio de origen, al sur de Venezuela, que es el estado Bolívar. Tierras, naranjas, amarillos, rojizos, dominantes en la obra, corresponden a ese hipercromático hábitat. Soto propondrá un tercer grupo importante de obras, donde mostrará su interés por el plano, el tiempo y el espacio. Usa un abigarrado grupo de varillas rectilíneas coloreadas, que hace colgar con hilos de nylon, a la manera de gráciles móviles espaciales que al moverse contra el plano pintado del fondo producen una versátil ilusión de movimiento. Dependiendo del viento, del toque manual y del caminar del espectador delante de la obra, las varillas producirán diversas velocidades en la vibración óptica. La obra interactúa con los cambios del ambiente. En las caligrafías o escrituras ?otro grupo de obras que emerge en los setenta? las móviles varillas del primer plano se curvan en arabescos, formando dibujos y letras imaginarias que se proyectan sobre el geométrico fondo de retículas blancas y negras, produciendo la sensación de una página de diario escrita a mano o de trazos de dibujos de libre soltura. Soto sustituye aquí la dura línea recta por una sensual curva expresionista. Los \"Penetrables\", aporte clave en la producción de Soto, constituyen un abigarrado grupo de hilos de plástico de color, colgando del techo de una rejilla geométrica. De grandes dimensiones espaciales, permite que el espectador pueda pasar e interactuar en su interior, creándose en él fuertes sensaciones sensoriales, producidas por el color y por el contacto con los hilos de plástico que tocan la piel. Además de su carácter innovador y de su belleza plástica, los \"Penetrables\" permiten la participación del espectador dentro de la obra. El público -tanto niños como adultos- transforma su visión y su sensación táctil al traspasar estos densos cortinajes cromáticos. Con ellos, Soto interviene radicalmente el espacio, antecediendo en muchos años al arte de instalación en Venezuela. Para los noventa, Soto ahonda su investigación hacia el campo de la matemática y la física cuántica; la cuarta dimensión, como él la define. Con \"Cubo Virtual\" inicia una nueva propuesta: la inmaterialidad de la estructura llevada a su máxima expresión. En vez de usar varillas metálicas, utiliza finos hilos de nylon organizados en una estructura reticular; coloreando los hilos en determinados sitios configura un cubo que se ve como tal pero que no es posible tocar. El resultado es una sutil geometría intangible que flota en el espacio, transparente y aérea. Jesús Soto se adentra en el territorio de los innombrables del Universo. Su obra apunta tanto al microcosmos como al macrocosmos, explorando las realidades oblicuas de la materia y la ausencia de ésta.
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