Al contemplar la obra de Mercedes Sierra, lo primero que apreciamos, es su espacialidad, esa levedad que envuelve las formas, tornándolas insustanciables, flotantes, que se "mueven" suavemente al acompañarlas con nuestras miradas, camino a la infinitud. En su obra no se reconocen situaciones críticas, lo poético potencia el desarrollo plástico, así el color, la luz y el espacio, se complementan, permitiendo a las formas que describan una temática obediente a la voluntad pictórica de la artista.
Este gusto por el tema, a veces recurrente, nos acerca su lado más interesante, la pulcritud en el tratamiento, minucioso, pulido casi exacto, que de la mano del motivo escogido, conforman una amalgama difícil de disociar.
Coherente con esa fusión, la totalidad descriptiva es insoslayable, se nos presenta como obra terminada.
Lejos del informalismo y de la pintura de acción, su postura reflexiva abre un mundo donde la pulcra factura crea en los cuadros un silencioso estar ahí - hoy en sus descripciones temáticas de interiores, en lo alto de sus cúpulas hay una luz liberadora que renueva la mirada buscando el espacio, allí es donde todo claustro viola el principio de encierro, permitiéndonos disparar hacia ese infinito.
Mayo 2008