Notas Artistas

Paraísos
por Juan Astica
Paraísos

Un trabajo laborioso desplegado en una suerte de cartografía multidimensional, nos invita a compartir un viaje visual intenso. Ese es el punto de partida o principio de atracción que nos propone Fátima, como imaginario leitmotiv.

Una vez atrapados en la aventura, nos precipitamos en una vertiginosa catástrofe, producida paciente e indolentemente, por la extrema tensión entre poderosos y contundentes planos de color y un diminuto y minucioso bordado.

Las finas líneas aparentemente débiles, en una primera mirada, establecen una filosa barrera de contención a los expansivos volúmenes de color, que se muestran desafiantes sobre la superficie de la tela.

En los intersticios, la pluma desarrolla ingeniosas texturas, insinuaciones formales, tramas y un sinnúmero de grafismos dotados de diversas dinámicas, claramente independientes de las coloridas masas, y actúan como remansos habitables, en medio del amenazante colapso.

Efectivamente se trata de una dicotomía flagrante, como la que podríamos observar en un gran mapa geográfico, en donde el agua y la tierra no admiten confusiones.

Antiguamente los mapas, además del básico señalamiento cartográfico, incluían dragones, monstruos de diferente índole, máscaras con pómulos hinchados de soplar vientos, graficas diversas señalando características específicas de distintos lugares, intentando mostrar lo conocido y lo desconocido a la vez.

En una época en que los mapas han exacerbado con infatigable precisión la representación territorial donde lo conocido ha adquirido valor casi absoluto, estos “cartogramas” inocentemente ideados por la artista,  placenteramente catastróficos, caprichosos y sin otra lógica que la de la ética plástica, apoyados en una refinada simbiosis entre dibujo y pintura, tal vez pueden portar legítimamente el título de Paraísos.