Toda manifestación artística es expresión de lo más intimo del artista, un regalo de parte de su esencia primera.
Los símbolos que utiliza son máscaras de su conciencia, y también de aquello que no quiso decir; esto es, su inconsciente. La conciente muestra y oculta a voluntad; la inconciente no controla lo que tapa y lo que emerge a pesar de si.
Acercándome a la obra (pensándola como expresión proyectiva) de Daniel Romano, me dispongo a ver sus máscaras. Daniel así nombró a la muestra.
Surge mi primer pregunta: son máscaras? No todas parecen serlo.
Muchas son rostros, llanos, simples, pero que no sean máscaras per se, no quitan el ocultamiento detrás de cada unos de esos rostros. Todas son máscaras de otra cosa.
Qué enmascaran? Qué ocultan y qué muestran?
Recorro con la mirada, con mi ojo estético, con mi mirada psicoanalítica.
Pienso: forma circular, rostro, mujeres, hombres. Mujeres, hombres? Cada rostro me trae dudas. Hay género indefinido. Lo que parece una mujer, por momentos, en ciertos rasgos, es una mujer? Un hombre, tiene pestañas femeninas, demasiadas curvadas.
El mejor disfraz es el más evidente.
Un hombre que oculta que es mujer? Una mujer aparente que es un hombre?
No quiero ser tan superficial en mi análisis. Y planteo una nueva pregunta, haciendo un giro, recurro a las teorías que recorren mi cerebro, y que ya son parte de mi propia mirada al mundo:
O no estamos en realidad en la expresión de lo femenino y lo masculino en toda subjetividad?
Me inclino por esta última idea, ya que no hay hombre sin femenino integrado, y si no lo tuviera, sería macabro.
Tampoco mujer sin una masculinidad que pone en juego en su cotidianeidad.
Femenino definido como la sustancia pasiva, lo espiritual, lo sumiso, lo tierno, que no debe confundirse con el ser mujer biológico. Masculino como lo activo, la fuerza, lo concreto, lo terrenal.
Sigo pensando y recuerdo que un artista solo puede ser sujeto de su tiempo, solo puede expresar en tanto el mismo es producto de una sociedad y tiempos determinados. Dice Jung que el artista ha sido en todos los tiempos el instrumento y portavoz del espíritu de su época, y no sólo su psicología personal.
Dice Jean Bazaine en Notas sobre la pintura contemporánea: "Nadie pinta como quiere. Todo lo que puede hacer un pintor es querer con toda su fuerza la pintura de que es capaz su tiempo" Afirma Kandinsky en su ensayo Acerca de lo espiritual 1911: "Cada época recibe su propia medida de libertad artística, y aun el genio más creador no puede saltar los límites de la libertad"
Resumiendo: En el fondo nadie oculta lo que quiere. Solo lo que puede.
El discurso posmoderno pone el acento en la dualidad de la percepción-representación de los géneros, la existencia de múltiples identidades del yo del sujeto moderno, rompiendo las fronteras entre ellos y concibiendo la no división entre lo masculino y lo femenino.
Ejemplo de esto es la irrupción del Cyborg, la desaparición no solo del límite entre hombre y máquina, sino también la imprecisión de dichos límites en torno a la vieja dicotomía femenino-masculino.
No resulta extraño entonces pensar que Romano artista pone en sus bellas máscaras no solo un interjuego de lo femenino/masculino subjetivo, sino a este sujeto posmoderno que ya no tiene inscripciones en su cuerpo que lo identifican y esclavizan como un no femenino o un no masculino.
Lo que la máscara esconde, es al hombre y la mujer posmodernos. Un nuevo rostro.
Una máscara que grita su nueva verdad. Un artista que enmascara?
Quizás lo que la máscara esconde y muestra a la vez, es a el de sí mismo.