La obra actual de Teresa Pereda se interroga por los orígenes y explora la presencia de lo simultáneo, recoge imágenes y voces que remiten al suelo tangible y al espíritu inasible. Sus trabajos, que toman literalmente como punto de partida a la í´tierraí´, parecen retratar los espacios marcados por la naturaleza, a la vez que insisten en la eliminación de fronteras estériles y en la concurrencia y valorización de las culturas que conviven aquí y ahora, aunque de manera desigual. Su obra reciente está impregnada, entusiasta y persistentemente, del vasto paisaje y del silencio, de la diversidad humana y del sonido, del pasado arqueológico y del presente apremiante de la Argentina.
A causa de la gran afluencia de inmigrantes europeos al país, que comenzaron a llegar aquí estimulados por las políticas migratorias de fines del siglo XIX, a propios y ajenos a menudo se les olvida que son varios los pueblos aborígenes que prosperaron en el sur del continente americano. Por caso, mucho antes de la incorporación del noroeste argentino al estado incaico hacia la mitad del siglo XV, florecieron otras creaciones culturales en el territorio nacional que, se sabe, comenzó a poblarse hace unos 12.000 años. El entrañable vínculo que Teresa Pereda tiene con la tierra y con su familia (en la que se suceden cuatro generaciones de artistas mujeres) envuelve todas las facetas de su vida artística. Así, Pereda viaja por el país desde hace años, investigando y escuchando relatos y costumbres de los descendientes de los habitantes primeros. Es una tarea que trasunta un desusado interés por el lugar donde nació y donde se crió, junto a una intensa búsqueda espiritual que informa todo lo que hace. "A mí me emocionan muchísimo los rituales porque, aun cuando tengo fe y no soy muy practicante, me atrae todo lo místico porque se abre a lo abismal", dice la artista. Las muestras de tierra que Pereda recoge en distintos lugares del extenso territorio de la Argentina dan cuenta de la diversidad de colores y texturas del suelo y hablan de regiones cálidas y frías, volcánicas y fértiles. Un color para cada zona geográfica, un color para cada historia, un color para cada pueblo. Para esta serie, Pereda supo imaginar mapas de distintos tonos (a partir de la fabricación de papel mezclado con las diferentes tierras) y palabras que recuperan lo que la artista llama "el destino mágico en la vida".
Aun cuando la pintura sostuvo su obra durante muchos años a través del trabajo con el signo y el símbolo, la artista necesitó echar mano de las técnicas mixtas para arribar a sus cajas-objetos que integran conceptos referidos a la "territorialidad, a la pertenencia, a la identidad (...) a las etnias, las familias, el arraigo, la pérdida..."
Interesada en las culturas ancestrales, Pereda -que vive y trabaja en un campo de su propiedad en la provincia de Buenos Aires- dio rienda suelta a su actual preocupación con el inicial "El libro de las cuatro tierras", un libro de artista que tenía en la tapa una especie de cruz que señalaba los cuatro puntos cardinales. "Es un signo mapuche que resume la cosmogonía de ese pueblo. Podría tomarse como los cuatro puntos cardinales, pero también podrían identificar al mundo de arriba y al de abajo. Ellos dividen todo en dos y en cuatro. Entonces, por ejemplo, el mundo de abajo es donde están el invierno, la noche, las fuerzas negativas, y el mundo de arriba es donde se encuentran el día, el verano, las fuerzas buenas. Los puntos intermedios -otoño y primavera, medianoche y mediodía- están marcados por la línea horizontal. La mapuche es una cultura insondable, chamánica, que tiene mucho para enseñarnos. Me inspira un enorme respeto", subraya Pereda, que visita con frecuencia la estancia familiar al pie del volcán Lanín, en los Andes. Si para ella ese libro fue como un resumen de su vida, un peregrinaje a su mundo interior, en el que revivió sus vivencias infantiles, su contacto temprano con la montaña y el cielo estrellado y con la cultura mapuche y la pampa, la serie actual continúa y profundiza su "itinerario de las cuatro tierras": con el desierto, el litoral, la pampa y los volcanes.