1999. Memoria de América
Memoria de América
Por Jorge M. Taverna Irigoyen
Miembro De Numero De La Academia Nacional De Bellas Artes.
Miembro De La Asociación Internacional De Críticos De Arte.
El grabado como desafío y como celebración, es el dual camino que recorre Beatriz Moreiro, Premio Trabucco 1998. Porque su estampa escapa de los convencionalismos rituales y se exige otros diálogos de fondo y forma, rupturas y a la vez asociaciones que converjan en un más hondo y significativo enlace de medios y recursos. En tal sentido el desafío de Moreiro sube las estribaciones de la búsqueda que no desoye intuiciones, ni experiencias propias y ajenas. Sabe lo que quiere decir y usa lo necesario y desecha lo fortuito. En este aspecto su grabado se fortifica y ennoblece.
También queda dicho que se expresa a través de esas técnicas como celebración. ¿Qué celebra Beatriz Moreiro? Su convicción de ser americano. Su capacidad de sentirlo para proclamarlo fuera de etiquetas y de folklorismos espúreos. Su sentimiento de América llevado a la esencia, a la raíz, a la genuinidad étnica y geográfica más convocantes. Una memoria americana levantada desde los mínimos registros, desde los acentos más sutiles y, a la vez, memoria sustentadora de los necesarios testimonios alegóricos.
Moreiro pertenece a la genealogía de grabadores argentinos que apostaron a la renovación, al cambio, al enriquecimiento técnico en lo sustantivo. Como López Anaya, como Berni. Por ello su imagen se desarrolla desde una intimidad golpeante de prensas y papeles hechos a mano. Una intimidad que, más allá de las tintas y de los buriles, intenta alcanzar otra dimensión que no desvirtúe las apuntadas esencias y, paralelamente, califique al hecho estético en su más precisa contemporaneidad de lenguaje.
Los rollos y las cajas que la artista plasma con admirable sentido de despojamiento, de jerarquización de la forma-símbolo, la ubican en un plano distintivo dentro del grabado argentino. Objetos naturales procesados y cocidos al papel, juegan en el ensamble un realce conceptivo que une lo serial a lo estable, en un diálogo vivo, abierto. En esta suerte de apertura frente a la estampación ortodoxa, Moreiro enriquece y diversifica su visión, logrando otro quantum expresivo en que lo interior/exterior descubre nuevas posibilidades: más allá de la frontal planimetría.
Ramas infinitas, bichos cestos, pueden constituir resortes visuales para emancipar la proclama ecologista y el gesto de denuncia. En Moreiro, la gráfica- entre tintas de una particular sensorialidad de pigmentos- es más que un plano para registrar voces. Antes bien, ese desafío celebratorio, que marca como una impronta todas y cada una de las obras.
Desde el Chaco de adopción, esta artista argentina se proyecta al mundo- Méjico, Puerto Rico, España, Japón, Taiwán, Polonia- llevando flora, fauna y latidos de un continente que, presiente, se puede cantar de otra forma en una estética sin concesiones.