En los trabajos de los últimos años Rosa Millán demuestra la profundidad que ha logrado en cada una de sus series.
Eso se debe claramente a la capacidad que desarrolla en la intimidad de sus procesos y al tiempo que dedica a transitar sus experiencias, dejándolas prolijamente plasmadas en sus cuadros.
Su persistencia y tenacidad nos ofrece un extenso abanico que muestra la evolución de su pensar y sentir como artista.
Remontándome al 2008, me atrevería a decir que de su serie con tules y trapos, tomo como eslabón a su próxima etapa el concepto de tensión de direcciones en el plano. Esto último se incorpora posteriormente a su serie “Escritos Urbanos”, donde genera no sólo planos y líneas desde el color, sino también desde el ordenamiento orgánico del lenguaje escrito. Lenguaje acerca del cual podríamos discutir si busca o no un significado objetivo, o si lo usa deliberadamente para su planteo plástico.
En esta serie, explorando la combinación de letras, ella genera ritmos y tramas combinando tamaños y direcciones, también combina esténcil y diarios, lo cual nuevamente nos pone frente a otro planteo del lenguaje y su significado.
Este ritmo compositivo la lleva naturalmente a sintonizar con su actual etapa geométrica, en la que abandona conscientemente las letras y pasa a jugar con el sentido de la forma pura.
Personalmente creo que de la “Serie Circular”, el cuadro #2”, en el cual rojos sobre rojos se superponen, es el que inicia este proceso.
Esta obra basada en círculos, los plantea con formas que los sugieren.
Es una propuesta abierta pero rigurosamente rítmica que marca los círculos sin estar estrictamente dibujados. Este es un juego que se desprende de la serie de las letras y establece el nexo con su periodo actual.
La geometría de Rosa nace de un clima de colores muy cuidados y una composición que surge de un juego blando pero definido entre el azar y su necesidad.
Podríamos decir que el arte concreto argentino y el cubismo de Petorutti son parte de una etapa que ella admira.
Esta serie, llena de calma y armonía, la lleva a la búsqueda de la perfección técnica a través de la utilización del aerógrafo.
Esto no solo le permite ver cuánto puede despersonalizar sus trazos para mostrar una imagen casi perfecta, sino que nuevamente le da la oportunidad de incorporar otra característica: la trasparencia.
Las transparencias la invitan a re-incorporar elementos ya usados como letras, transfer, y a jugar ambiguamente con la figura- fondo.
Como maestra, crítica y espectadora, solo me queda esperar y disfrutar de lo que ella nos revele al compás de su actual trabajo.
Rebeca Mendoza, Buenos Aires 2015