Notas Artistas
Todo el mundo es literal cuando de fotografías se trata”, dijo Susan Sontag en su libro Ante el Dolor de los Demás. Y al decir literal se refería a la ficción, al cuento, a un texto que no se presenta con palabras sino escondido detrás de la imagen que cada fotografía muestra y que es mucho más que la fotografía misma. Una historia, un mundo, una vida, un clima, un viaje posible.
¿Por qué el hombre con orejas de conejo consuela en un bar a ese otro hombre más joven que tanto se le parece? ¿Por qué dos chicas con los labios pintados de un rojo intenso comparten un chicle que estiran entre ellas como si fuera un trofeo de guerra? ¿Quién es la mujer de peluca rosa rodeada de bicicletas rotas y trastos viejos? ¿Por qué nos enseña de esa manera las cintas que cuelgan entre los dedos de su mano derecha? ¿Por qué un matrimonio acuna en medio de su casa a un gallo y una gallina? ¿Es un matrimonio? ¿Es su casa?¿Por qué una joven rubia que lleva puestos tacos altos se sienta sobre la estructura de un central nuclear y parece manejar con inocencia los controles? ¿Lleva tacos altos? ¿Es una central nuclear? ¿Es inocencia? ¿Por quién llora la chica parada junto a un colchón, con el muñeco de un principe en su hombro?
Es imposible mirar cada retrato que compone el libro Lima, Kilómetro 100 de Gaby Messina sin que aparezca el intenso deseo de conocer ese lugar, esa gente, de meterse a través de los ojos que miran a cámara y así aprehender aquello mágico, extraño y perturbadoramente bello que se intuye detrás de ellos.
Sin embargo la fotógrafa tampoco es inocente, como ningún artista lo es. Gaby Messina devela para nosotros ese mundo y nos guía hasta allí para que miremos lo que cada foto muestra y esconde al mismo tiempo.
