Según Pierre Francastel cada época tiene su espacio pictórico. Así el Quattrocento y su espacio plano; el Renacimiento con el espacio cúbico; el impresionismo y su espacio poético ilusorio; los planos dislocados del cubismo y el simultaneísmo de su mirada, hasta llegar al espacio pictórico de nuestros días, pasando por diferentes tratamientos del espacio a lo largo del tiempo.En cada caso la pintura asumía, con su lenguaje una situación epocal; una manera de ver al mundo y de expresarlo en términos plásticos.
En la contemporaneidad, encontramos un espacio escenográfico característico de los años '80 que se prolongó como moda hasta los primeros tramos de la década siguiente. En ese espacio, en el que la mirada iba de arriba hacia abajo el hombre
aparecía empequeñecido; a veces, rodeado de objetos de una escala superior o
equivalente.
El proceso atosigante de la globalización, con su pensamiento único omnipotente le otorgaba al hombre un lugar marginal que lo desplazaba de todo centro de interés. Ese hombre empequeñecido, prácticamente ausente en el protagonismo pictórico, carente de identidad, tenía, obviamente, su razón de ser. El arte registró, de ese modo, una realidad insoslayable.
Motivan estas reflexiones las pinturas recientes de Juan Manuel Díaz Puerta, ya que cambian la mirada en dos aspectos: el punto de mira de la perspectiva de sus Composiciones, que mantienen el carácter escenográfico, es ascendente, de abajo
hacia arriba, y la figura humana se multiplica, generalmente en sentido colectivo.
Recupera así la medida de su escala. Lo mismo ocurre con los animales.
En particular en las grandes pinturas acrílicas de reciente creación, el artista
establece una línea de horizonte, siempre hacia arriba, como un lugar de llegada. Casi
siempre aparece en ese sitio un arco o portal de acceso, o una luz cenital que ilumina
la escena.
El carácter simbólico de las imágenes es evidente, sin forzar con ello interpretaciones determinadas. Hombres o elefantes configuran imágenes indiscernibles, apenas sugeridas en procesiones o agrupamientos misteriosos.
Este joven artista, dominador de su técnica, aporta así una mirada diferente y
plantea sus obras desde una originalidad expresiva que hay que destacar.
Su pintura nos lleva a otra mirada, que rompe con el punto de perspectiva más
frecuente en nuestros días. Cuando estamos sumidos en el mayor desconcierto de
nuestra historia presente, en medio de una crisis de identidad que ha colocado a los
argentinos en un estado de disgregación y ausencia de reglas y valores que se
respeten, Juan Manuel Díaz Puerta nos invita con sus pinturas a elevar la mirada
hacia un sentido más trascendente y espiritual. Su virtud está en que lo logra.
Fermín Fí¨vre
Buenos Aires, marzo de 2002