La pintura de Silvia Della Maddalena nos remite, inevitablemente, al mundo precolombino. Vemos en su escritura visual formas reminiscentes del arte original de América. Lo curioso de ello es que ninguna forma en particular lo determina. Se trata, más bien, de un clima, de un conjunto de signos a los que atribuimos una supuesta simbología americana. Esta aproximación obedece a una primera lectura ya que, cuando profundizamos la mirada, hallamos que esa sugestión visual es, ante todo, una suposición nuestra. Es como si las imágenes hubiesen destilado un espíritu ancestral, proveniente de un arraigo cultural que se mantiene vivo.
En efecto, las pinturas de esta artista constituyen realidades autónomas, en las que predomina una concepción constructiva abierta que mantiene un dinamismo muy particular acentuado por el empleo del color con transparencias y planos superpuestos. De tal modo, cada una de sus obras plantea un entramado constructivo diferente.
En esa acción creativa, basada en las cualidades del lenguaje plástico, Silvia Della Maddalena se muestra imaginativa y sensible. En sus pinturas predominan las estructuras abiertas. Son rigurosas en su concepción, pero no escatiman la espontaneidad del trazo ni un cromatismo sensible.
Con sus elementos compositivos, la artista ha logrado un lenguaje propio, que actúa como una escritura visual de fuerte pregnancia icónica. En su obra actual, los referentes precolombinos son más bien estructurales. Aluden despojados de toda obviedad. Son como un sustrato espiritual.
Por eso se manifiestan bajo un nuevo rostro, desde una captación sensible contemporánea.
A juicio de Carl Jung, el mito responde a una necesidad constitutiva del hombre. Por eso decía que "no se puede vivir sin el mito y sin la historia, so pena de sufrir una mutilación". Ese componente mítico está en el sustrato imaginativo de la artista, que lo identifica con la América profunda sin necesidad de recurrir a citas específicas.
Tampoco hace una reconstrucción arcaizante. Su planteo es actual, desde el hoy perceptivo.
La memoria asociativa actúa convocada por una necesidad de imagen contemporánea. De este modo, la artista establece una síntesis de polaridades. Su lenguaje abstracto-constructivo (que no excluye cierta deconstrucción controlada) responde a los requerimientos del tiempo, mientras que su americanismo reminiscente hace honor a la necesidad de imagen que le reclama el espacio.
No hay vacilaciones en estas pinturas que parecieran multiplicarse hasta el infinito guardando una identidad que diferencia a unas y otras. Esto es posible por la profunda vivencia espiritual que emana la artista en cada una de sus obras. Sin ella, no hubiera sido posible una identidad tan acendrada.
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