Notas Artistas

ENTREVISTA A CRISTINA DARTIGUELONGUE

Por Melisa Lett

¿Cómo está conformado el taller?

Hay quienes asisten al taller y otros que trabajan independientemente y les voy a ver la obra. Es lo que hoy en dí­a se llama Clí­nica.
Muchos vienen al taller aprender distintas metodologí­as de trabajo y se les enseña lo necesario dentro de una disciplina, ya sea dibujo, pintura o grabado.
Los que trabajan en sus lugares tienen un sistema de consulta o de llamado de emergencia. En realidad es gente que expone hace un tiempo y lo que hay que hacer es dar una mirada crí­tica e intercambiar ideas.
No se trata de destinarles mi forma de trabajo, sino de ver cómo ellos dirigen lo que quieren hacer y a dónde pretenden llegar. Muchos con la ansiedad de hacer una muestra y que se pueda vender la obra. Por supuesto, enseguida los desilusiono porque no es la venta lo que los tiene que motivar a pintar.
Hoy en dí­a, todo se da mucho más rápido que cuando yo era estudiante.

¿Por qué?

Porque cuando estudiaba jamás se me hubiese ocurrido exponer. Es más, habí­a cláusulas del reglamento nacional que decí­an: ?Estudiantes abstenerse?.
En cambio ahora, un año de pintura y listo: todo el mundo tiene pretensión de salir, exponer y ganar. A lo mejor esta es una metodologí­a nueva por el mismo sistema en que vivimos, pero no participo de esto.
El alumno tiene que hacer un aprendizaje y tomar conciencia de una filosofí­a que es la de ser pintor, la de ser artista.

¿Cómo es tu metodologí­a de trabajo en la ?Clí­nica??

Cuando alguien pide una clí­nica voy al taller y analizo todo, desde las caracterí­sticas del lugar de trabajo y si es apropiado para lo que se quiere hacer. También si la forma de trabajar es la adecuada. Después se empieza a ver si lo que se está produciendo es coherente con lo que se quiere realmente lograr, o si es necesario hacer algunas investigaciones antes de seguir.
Es un trabajo muy interesante y muy estresante porque uno arriesga mucho, se pueden cometer errores en los consejos al no ser los acertados y si sale todo bien, es una gran satisfacción.

¿Cuál es tu rol en el taller?

Mi rol en el taller serí­a el de llevar un grupo para que se motive asimismo, que no haya competencia ni que alguien se destaque porque yo lo alabo dentro del grupo.
Soy como una coordinadora de áreas o una entrenadora de disciplinas porque no hay una sola fija.
En el taller cada uno elige su tendencia, que tiene que ser muy comprometida, no buscando el elogio del otro, sino más bien buscándose uno mismo.
Hay un modo de hacer que es desde lo subjetivo. Es decir, tratar de trabajar desde lo interno y eso es lo más difí­cil, porque en general la mayorí­a cree que si hace bien una manzana es mejor pintor.

¿Qué es lo que impulsa a tus alumnos a indagar en el arte?

Creo que cuando alguien se va a dedicar a la pintura piensa queva a ser posible llenar un espacio de su vida; que va a tener, como en toda profesión, un desarrollo, un desenlace y un posible éxito. Pero más allá de esto, lo que considero más importante es que la persona se está buscando.
Cuando la gente necesita saber quién es y cuando puede encontrar un lugar por donde circular, empieza a encontrar su veta. Hallarla, da la posibilidad original de ser, de encontrarse tal cómo uno es, distinto del otro y descubrir, así­, qué es lo que puede brindar a los demás.
Sin embargo esto trae, como consecuencia, muchos miedos en los alumnos porque se van descubriendo a sí­ mismos, aparecen las personalidades ocultas.

¿Cómo es tu metodologí­a de trabajo en el taller?

El taller está organizado por grupos, de mañana y noche.
Los alumnos se autoabastecen trayendo sus propios materiales. También traen sus alimentos para el café. Hay un sector de cafeterí­a que es donde se hace el recreo.
A veces traigo como referencia algo de una muestra o explico una corriente contemporánea.
Les exijo visita de galerí­as y les hago preguntas sobre lo que vieron. En general soy bastante exigente porque no se puede pensar en avanzar estando dentro de una cápsula, sin conocer lo que se está haciendo en otros lados.

¿Realizan salidas juntos?

Sí­, hay veces que hacemos salidas teóricas a alguna muestra con visita guiada porque es muy importante enseñar a ver. Inmediatamente se notan los cambios al regresar al taller. Se los ve pintar maravillosamente bien porque se animan a sacar todo prejuicio que los trababa.
Una vez fuimos a una muestra de Carlos Gorriarena y todos, al dí­a siguiente, pintaban con muchos colores y no se hací­an problema por nada. Habí­a mucha más libertad.

¿Cómo es el clima del taller?

En el taller se crea un ambiente muy agradable y de confianza. Lo más gracioso es cuando alguien no asiste y el grupo empieza a demandar preguntas de por qué falta. Y en general cuando vuelve tiene que pagar un derecho de piso: o tiene que traer un buen paquete de algo o una botella para justificar la inasistencia. Si se fue de viaje a Mendoza, tiene que traer un vino y si fue a Tucumán, caña de azúcar.

Hay alumnos que hace muchos años que vienen y tienen muy marcada mi manera de trabajar, entonces actúan, como una especie de transmisor entre los nuevos y yo. Les van dando consejos del tipo: ?No le preguntes tal cosa porque perdés seguro?.
Esa es la confianza en la que nos movemos y que nos permite trabajar con comodidad. Siempre disfrutamos la posibilidad de trabajar juntos.

¿Te considerás una maestra?

Sí­, totalmente. (Risas)

¿Pensás que el discí­pulo debe ser semejante a su maestro?

No, por favor, justamente una de las particularidades que tengo es que en el taller cada uno puede desarrollar una lí­nea de trabajo. Siempre les pido que traigan su propia idea para que, de esa manera, no influencie en ella, porque el problema está si el profesor propone qué hacer. Porque si es así­, soy yo la que pongo la semilla, el riesgo, la forma y ahí­ falta poco para que sea mi pintura y no la del alumno. Incluso, hay veces que descuelgo la obra que considero que puede llegar a ejercer cierta influencia. Cuando escucho que alguien me dice: ?Estoy pintando con los colores tuyos? ahí­ nomás, desaparece mi obra. La influencia es totalmente inconsciente y la que debe estar alerta soy yo.

¿Cuándo considerás que el alumno ha alcanzado su identidad en la pintura?

Cuando lo echo... (Risas). Cuando me doy cuenta que no tiene sentido que esté trabajando en el taller. Porque sino se crea dependencia, lo cual es nefasto y negativo para él y para mí­ porque me molesta mucho que alguien se me cuelgue.
Cuando veo que alguno puede andar solo, empiezo a sugerirle la organización de su propio espacio. Es más, soy capaz de ir a su casa y prepararle una habitación que tiene para otra cosa e instalarle el taller; ya lo he hecho.

¿Quién ha sido tu maestro?

No he tenido un maestro que me ha dado una lí­nea de trabajo, sino que he tenido infinidad de maestros.
He viajado y he estudiado con quien me ha interesado y no puedo decir que siga a un maestro. Lo que sí­ sigo es cierta contemporaneidad y ciertas lí­neas que en la pintura tienen que ver con el expresionismo.
Tampoco tengo una lí­nea única de trabajo. La prueba es que la última obra está hecha con anilinas, con tintas y con diferentes técnicas para desteñir y teñir, que tienen mucho más que ver con una técnica oriental que con una occidental.
Creo que la mezcla es buena, en la medida que uno puede elegir lo más le sirve y esto es mejor que tener un maestro que marque una lí­nea, porque de esta forma no quedan afuera un montón de conceptos que son válidos a la hora de crear.

¿Qué es lo que te lleva crear?

Vivo buscando temas de inspiración en situaciones que tienen que ver con la realidad que nos rodea y siento una gran necesidad de expresar ciertos cuestionamientos. En una época no era tan crí­tica, pero en este momento como no tengo un estrado en el Congreso donde pueda ir a pelear, combato desde la pintura.
Cada obra que hago lleva connotaciones de algún tipo de advertencia para los demás.

¿Por ejemplo?

La última obra del Salón Nacional es titulada: ?Una Noche en Bagdad?. Es una crí­tica evidente al bombardeo de Estados Unidos en Bagdad. Crí­tica que podrí­a mantener en un estrado polí­tico, en una radio o través de la televisión, pero como no tengo el medio, mi único lenguaje es a través de la pintura.
Por suerte fue una obra destacada dentro del salón. No sé si porque el mensaje llegó muy bien o porque la obra fue muy elogiada desde lo estético. Realmente no me importa si estéticamente es bella, lo que me interesa es que el mensaje sea claro.

¿Qué otra temática abordás en tu obra?

También me interesa todo lo que tiene que ver con la naturaleza. Estoy por hacer una muestra sobre los desiertos de Catamarca. Me interesan esos lugares inexplorados y no frecuentados por el turismo. En general me cautiva todo lo que tiene que ver con esa grandeza de tierra que tenemos y que la mayorí­a no valora por preferir estar metidos en un shopping.

¿En qué se diferencia tu pintura anterior de la actual?

Antes habí­a en mi obra un planteo más de tipo estético, quizás no tení­a tanta necesidad de expresar mis posturas porque hací­a militancia polí­tica, pero en fin, ahora me dedico a militar con la obra.
En mi pintura fui pasando por distintas etapas hasta llegar a lo que hago ahora. Recuerdo que una vez, cuando era muy figurativa, dije en broma que iba a terminar siendo abstracta, como algo imposible. Y hoy lo soy.
Ahora veo tentadora la posibilidad de volver, algún dí­a, a la figuración . Me gustarí­a hacer retrato, pero por ahora no son más que proyectos.

¿Qué es para vos arte?

Es tan difí­cil la definición de arte que yo podrí­a responder con otra pregunta del tipo: ?¿Qué es el alma?? Es igual que el arte: inaprensible, indefinible, algo que tiene que ver con la esencia, la perfección, la verdad y la belleza.

¿Qué sentí­s al pintar?

Me divierto muchí­simo porque pintar, para mí­, es casi una clase de gimnasia expresionista que tiene algo Tai-Chi, algo de yoga y de una ama de casa que limpia muy bien: utilizo el secador, el balde y el trapo de piso.
Me entretienen muchí­simo todos los accidentes. Hay momentos que salgo corriendo al patio porque necesito lavar una tela. Me encanta esos efectos inesperados y es el valor del accidente lo que quiero rescatar permanentemente.
Hay una comparación en francés que es muy clara: ?Jouer le piano? (Tocar el piano, es jugar al piano). La pintura para mí­ es un juego.

¿Hay mucho de sorpresa en tu hacer?

Sí­, porque voy cambiando de paleta de color, de soporte y de propuesta interna, o sea varí­o el lugar en que estoy enfocando el trabajo. Por ejemplo realicé una obra sobre un paisaje de unas dunas en Catamarca. Ese era un objetivo, pero a lo mejor en el medio de un trabajo decido desviar la propuesta original porque, al observarlo, me genera otras cosas.
Al trabajar voy creando una situación que se parece muchí­simo al empaste antes del pan. Y después cuando lo meto en el horno empiezo a notar si la cosa funciona o no. Después viene la meditación delante de la obra, donde hago, si es necesario, algunosajustes o cambio algunos tonos. Allí­ comienza el trabajo más profesional. Pero el azar al crear es fundamental y además me interesa en la vida cotidiana. Jamás tengo dos dí­as iguales. Huyo de la rutina.

¿Qué serí­a de tu vida sin arte?

Me hubiera buscado algún otro invento, serí­a paracaidista o alguna cosa parecida (risas). O viajante. Siempre me encantó conocer lugares nuevos. Siempre quise trabajar de algo que me obligara a viajar.

¿Quién es para vos un gran maestro?

Los grandes maestros, para mí­, son los que han hecho la vida en arte. Es decir, los que han dado todo por el arte.

La vida en arte significa que no se pierde el tiempo en cosas que no tienen que ver con el arte.

A veces, hay que elegir si uno se va a hacer un viaje de placer y descanso o si es más importante invertir en la Bienal de San Pablo. Entonces el artista comprometido debe optar por esto último.

Vivir en arte no es un sacrificio, sino una necesidad permanente. Creo que no alcanza la vida para llenarse de lo que es especial, esencial e interesante.

La vida en arte se la vendo a cualquiera, pero no todos me compran la receta... (Risas).