LA NATURALIDAD PRIMERA DE LA PINTURA
MEMORIAS DE OTRAS ENCARNACIONES URBANAS
“La primera tarea de un arte digno de ese nombre consistiría en reivindicar como propio el espacio comprendido entre el cuadro y el espectador, para lograr así un clima de convivencia y dar una lección de transparencia”.
Georges Duthuit
Aquello que se pinta sobre el soporte pictórico es, sin lugar a dudas, mucho más que la mirada del pintor. Decia Maurice Merleau-Ponty, en su famoso libro, El Ojo y el Espíritu, que el artista aporta todo su cuerpo en el acto de pintar. Ello implica un compromiso vital, existencial y de fuerte catarsis, en “primera persona”, que se cumple en cada instancia de trabajo sobre la obra, con sucesivos acercamientos, tomas de distancia y alejamientos de la misma. Aquí, se trata pues, de una estética de la producción donde Cassano deja en un momento de sentirse implicada ex profeso en las micro-historias y microrrelatos que narra. De alguna manera a posteriori, el hecho de sentirse ajena a lo que narró visualmente funciona como una especie de ritual mágico que garantiza la inmunidad: sólo quien aparentemente no tiene nada que ver con lo que aconteció, puede expresarse con total libertad. Olvidar o dejar en suspenso ciertas cosas, permite al artista contemporáneo, desandar ciertos caminos, rememorando el pasado como si fuera un tipo de huella activa. Ya lo aseveraba Borges: “el olvido es una de las formas de la memoria”. Claro, de una memoria incontaminada. Fisicalidad, apelación de los sentidos y entramados de conceptos, es lo que hallamos, en los nuevos cuadros de Cassano. ¿Cómo funcionan estas obras inéditas?: del día a la noche, en escenarios que son mapeos, cartografías, en los cuales, el registro de lo humano no desaparece del todo, pero sí se ve minimizado. No son paisajes vacíos de hombres, sino estructuras y retículas en movimiento, que se desdoblan, donde el sujeto pasa a ser una ficha, un estereotipo, un cliché signográfico y visual más dentro de la iconografía hibridante practicada por la artista.
De alguna forma, el artista contemporáneo puede situarse “frente” al mundo, “representarlo”, o en el mejor de los casos, re-significarlo y transmutarlo, como ocurre con las actuales obras que hoy presenta Gabriela Cassano en esta vasta individual, compuestas por piezas de grandes y medianos formatos, que se organizan en nuevos núcleos temáticos y series abiertas de lado a lado, al rico universo de la polisemia, al abanico de posibilidades múltiples de interpretación y desciframiento de las mismas.
Los trabajos actuales de Cassano son auténticos “cuerpos pictóricos”, cuya voluptuosidad se encarna en el color liberado a juegos de acuerdos, contrastes y armonías. En su andadura artística, se dan la mano, a partes iguales, una estética analítica y una estética perceptiva, pero madurada y ahondada en el lema de la recuperación del placer de la pintura, fundamentando su praxis de una pintura de fuerte apariencia sensorialista, “retiniana”, que no deja de investigar, en torno a los aportes de la pura indexicalidad - huellas, trazas, marcas, surcos y signos -, unida a una iconografía intencionalmente sumaria y restrictiva.
Transitamos el llamado “delta de la contemporaneidad”, en el que todos los discursos y lenguajes se mezclan y conviven de manera cuasi ecuménica. La “tiranía de la novedad” ya no es un bastión desde el cual situarse para crear. Una pintura, autoconsciente, reconcentrada, morosa, que le gusta vivir y gozarse así misma en el acto creativo, es también muy válida para estos tiempos tardomodernos o post-históricos. El verdadero problema reside en entenderse con la pintura. Pintura-cuerpo, pintura-órgano. No muerte instantánea de la misma, tantas veces anunciada por discursos agoreros. En algún momento, el propio Henri Matisse destacó, sin eufemismos que “un cuadro ha de ser tan confortable y apacible como un buen sofá”. Esto implica liberarse del prejuicio todavía muy enraizado de que la fruición y el goce estético de la pintura es algo de talante eminentemente burgués.
El dualismo de lo viejo y lo nuevo, la famosa querelle de los antiguos y los modernos, ese tipo de oposición dialéctica tan típica de las vanguardias históricas, ya ha desaparecido hace tiempo. Entonces, la fetichización de lo “novedoso” se produce como puro simulacro o hipersimulacro. Ahora es lo “diferente”, la categoría estética que abre las puertas de la comprensión de algo que ya no puede llamarse más “nuevo”. Diferencia y repetición, son otras de las categorías actuales claves, tras la declinación de las utopías totalizantes.
Cassano ha pintado en este corpus de obras recientes una alegoría de la diferencia en pintura.