Desde sus primeros trabajos descubrió con el objetivo fotográfico imágenes que remitían a la tradición pictórica. Según sus propias palabras, “pintaba con la cámara”. A partir de estas experiencias, su criterio fotográfico será esencialmente heterodoxo; en sus obras no aparece la figura humana o solo aparece ligado a la arquitectura. Esa abstracción, a partir de sus “modelos” arquitectónicos adquirió un talante reduccionista, abstracto, casi minimalista en algunos casos.
Para Bigio el médium fotográfico está al servicio de la construcción de “verdaderas-falsas” arquitecturas, de “verdadero-falsos” espacios urbanos. No se inclina ni por el pictorialismo ni por la fotografía-pintura ni por la foto-instalación, aunque tome algunos rasgos de estas dos hibridaciones.
La obra de Bigio es fundamentalmente ajena a la componente nostálgica de la fotografía. Está muy lejos del misterio, de la mortalidad y de la caducidad. Más exactamente, el procedimiento es sintáctico y la fotografía se cualifica por las modificaciones introducidas en el código de reconocimiento del referente. En su mayor parte, estas obras se inclinan a una operación "pos fotográfica", consistente en una combinatoria que permite a Bigio obtener una serie abierta de resultados.