Intentar definir el “Arte Latinoamericano”, buscando un concepto único que englobe todas las voces implicadas, recurrir a definiciones que en distintos momentos históricos del continente se intentaron construir, parece una tarea difícil.
Solo surgen preguntas según desde el punto de vista que pretendemos observar.
¿De que hablamos cuando decimos “Arte Latinoamericano”?
¿Qué imágenes construimos al pensar en este vasto territorio?
¿Podemos pensar en un territorio cultural que se manifieste como una unidad?
Entre los años 60 y parte del 70, el termino “Arte Latinoamericano” fue una herramienta simbólica de un proyecto mas abarcador de identidad continental. Cuando dichas expectativas fueron decayendo, este proceso que comenzaba a aparecer se manifestó en un cúmulo de tradiciones y modernidades en bulliciosa transformación.
Nuevas condiciones políticas en el continente crearon nuevos flujos migratorios, exilios y migración laboral, que constituyen también cambios profundos en la visibilidad actual de nuestra cultura.
En esta aldea global, desde los poderes centrales ven “lo latinoamericano”, como un espacio conflictuado, que fragmenta la experiencia social, que somete a sus tradiciones a un permanente desgaste y transformación.-
America Latina, vive bajo el signo de la discontinuidad: la discontinuidad cultural, la discontinuidad política y la discontinuidad territorial.
Latinoamérica, dentro del cuadro de la civilización occidental, aparece como el resultado de la expansión del capitalismo y como imagen del fracaso del proyecto colonizador que termino por relegarla a la condición de “lo otro”, en la periferia.
Somos vistos, como ese territorio exótico, folclórico e inocente, de eternas revoluciones y agitaciones sociales con una inestabilidad política que lo descalificaría para pensar sus propias utopías.
Sin embargo, la realidad demuestra que en este vasto territorio coexisten diferentes culturas, con características singulares que conviven y se fusionan, sin lograr una identidad única.-
Analizando solo este aspecto, nos encontramos con : la Amazonía, -Brasil, Venezuela y Colombia- , con un exótico paisaje natural y también su cultura con influencia africana, Perú y Bolivia, con culturas ancestrales, su iconografía y la fuerte presencia de su pasado precolombino; el Cono Sur , -Argentina, Chile , Paraguay y Uruguay-construidos con fuerte inmigración europea, el Caribe –las islas, as Guyanés, las costas de Venezuela , Colombia y México, espacio de grandes tradiciones y reducto del único movimiento artista latinoamericano.
Esta enorme diversidad geográfica que también se manifiesta culturalmente presupone, que “lo latinoamericano”, como concepto, se exprese en una integración del continente, muchas veces no existente entre los propios países.
En el territorio de las artes plásticas, la historia del arte ha registrado a Latinoamérica, como generadora de dos experiencias representativas de nuestra identidad.
1.- Por un lado, el realismo mágico; movimiento interpretado como un conjunto de trabajos de fuerte inspiración en la tradición popular, que busca recuperar la identidad olvidada por la colonización impuesta. Se manifiesta en figuraciones y simbología proveniente de mitologías precolombinas, afroamericanas, amerindias, en iconografías religiosas y místicas, con representaciones de carácter onírico y metafórico que muchas veces fueron tildadas de surrealismo.
Para su mayor comprensión, estableceré las diferencias: El surrealismo trata de plasmar el mundo de los sueños y de los fenómenos subconscientes. El resultado es un mundo aparentemente absurdo, ilógico, en el que las manifestaciones del subconsciente escapan al dominio de la razón.-
Podemos en cambio, definir “el realismo mágico”, como una corriente artística que pretende ver y hacer ver que lo común y cotidiano tiene un componente atemporal y fantástico, huyendo de la fría existencia de lo domestico y vulgar, construyendo imágenes que expresan lo mágico en el diario existir. Pero esto no es un mundo de fantasía, sino que muestra la realidad tal como es, con escrupulosa sinceridad, incluso en los aspectos más increíbles p fantásticos.-
2.- Por otro lado, la historia del arte registra la producción artística latinoamericana, como un espacio de militancia política, que crea un arte comprometido, al servicio de la educación y de la conciencia de clase y que constituye un medio para la transformación social.
Vinculado a esta corriente se encuentra el “Muralismo mexicano”.
Este se inicia con la revolución mexicana, con el objetivo político de democratizar la vida nacional, como así también sus instituciones, ejerciendo un vigoroso influjo en la cultura mexicana, especialmente en las artes plásticas y en las letras.
Este fenómeno plástico tan importante por sus valores intrínsecos y por la influencia que ejerció, fue liderado por un grupo de jóvenes artistas,- Diego Rivera, José Clemente Orozco y José Davis Alfaro Siqueiros- , que rescatando la fuerte tradición de la America Precolombina, intenta darle contenido social a la revolución con el objetivo de generar profundos cambios en las estructuras económicas de la sociedad mexicana.
Es evidente la importancia para las artes plásticas de este fenómeno cultural que logro que la pintura ganara las calles y los lugares públicos y expresara el clima político que existía en esa época. Pero también es innegable la influencia que recibieron estos artistas del arte prehispánico, pero también del realismo alemán, del expresionismo , que se desarrollaron en esos tiempos, con los cuales se nutrieron y realizaron esa admirable síntesis.-
En la actualidad, la realidad es bastante diferente, quizás, podemos decir que “Latinoamérica” es un territorio sin márgenes fijos, donde lo “plural” se manifiesta como oportunidad, dificultad, utopia y catástrofe.
Intentar reclutar todas las épocas para soñar una identidad latinoamericana, una especie de arquetipo que resumiera todas las expresiones del continente es solo un deseo del nuevo debate cultural.
Es además, imposible hablar de cultura, sin abordar el concepto de globalización y el posmodernismo. Esta nueva realidad impregna todo el horizonte cultural, y sugiere un abordaje complejo, oscilante, abriendo nuevas posibilidades y plateando otros desafíos. En esencia, el “latinoamericanismo” suponía la construcción de imágenes identitaria a partir de un territorio común y de ciertos rasgos compartidos- pasado indígena, colonialismo, mestizaje y dependencia cultural, en síntesis, se pretendía que el artista fuera fiel a su memoria, a las señas de identidad o bien se abría a los aportes universales.
Es esta diyuntiva la que genero esta tensión entre lo local y lo internacional. Lo propio y lo ajeno, que movilizo un discurso que creo posiciones antagónicas difícilmente reconciliables, que el arte expreso y sintetizo en algunos casos individuales. Son ejemplo de ello, la obra de Pedro Figari, Xul Solar, Wilfredo Lam, Roberto Matta, el movimiento de la Nueva Figuración- Macchio, Noe, Deira, De la Vega- que adquiere en Latinoamérica dimensiones exclusivas, Antonio Berni, Torres García, Hlito, Rufino Tamayo y tantos otros.
Pero el paisaje global que aparece hoy, se encuentra diseñado de otra manera.
La restructuración de las sociedades, presenta un mundo complejo y ambiguo a la vez, en donde no se manifiestan ninguna categoría espacial estable. El centro no tiene un territorio geográfico puntual, se expresa a través de circuitos abstractos, omnipresentes, electrónicos y telemáticos. Lo periférico tampoco se define con una posición territorial.
Este mundo global no esta construido sobre grandes síntesis sino a partir de modelos ramificados, caminos entrecruzados, que pueden vacilar indefinidamente ante contradicciones múltiples. Este carácter multifocal explica la gran paradoja posmoderna.
Esta ambigua coexistencia es propia de un tiempo Light, de un presente desencantado, de un enjambre de formas ajenas y propias, cultas y populares, tradicionales y modernas. Un escenario donde las fronteras vacilan, se borronean y se mezclan, donde no se persigue ninguna síntesis conciliadora.
En tiempos posmodernos y globales, sin utopías ni vanguardias sin obligación de transgredir la forma, de cambiar la historia, de innovar constantemente, ha restado fuerza a un sistema que se movilizaba por heroicas causas. Ya en este mundo neoliberal, las novedades aparecen como objetos de consumo o como espectáculo, la innovación pierde el carácter critico y se acentúa la banalidad…..Ahora el arte ya no puede pretender movilizar la sensibilidad colectiva con excitaciones retinianas o discursos revolucionarios.
El hecho de vivir en la periferia, nos obliga al cosmopolitismo. Sin un lugar fijo, residimos en la movilidad, y vivimos en un constante estado de redefinición en donde la cuestión de nuestra identidad esta perpetuamente abierta.
En medio de tantas fracturas y decadencia, continuamente perplejos ante nuestro presente, nos encontramos ante una posibilidad inédita, pensar nuestra época, y promover el ejercicio pleno de los lenguajes, preservando la especificidad y autonomía de las poéticas.
Quizás es el momento de enfrentar la forma sin tantas interferencias, construyendo nuevos interrogantes, afirmando cierta libertad expresiva con el objetivo de renovar la búsqueda de sentido.-
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Madrid.-11 de junio del 2007
Texto publicado en la Revista Cultural “Veo”, Buenos Aires. Argentina.- Mª 3.-“Arte Latinoamericano” Septiembre 2007.-