Horario: de miércoles a viernes de 17 a 20 hs. y sábados de 11 a 13 hs. (otro horario con cita previa)

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TITINA BUSTELO

Titina Bustelo, una mujer, artista e intérprete, que nos revela a través de su pintura, ciertamente visceral, el intrincado entramado del alma humana. Alma que transmuta y sin embargo se perpetúa en el Espacio-Tiempo, en el Fondo y la Forma, con los trazos contundentes de su pincel, plasmando en la tela, emociones, sensaciones, y sentimientos.
No hay un mensaje implícito, hay sí una realidad explícita, que se pone de relieve en la materia puesta, en lo orgánico de los personajes. Rostros y manos son los protagonistas esenciales de estos cuadros, el ropaje que los envuelve son subsidiarios y acaso encontremos dentro de ellos algún tramo de la virgen apenas coloreada, casi como al descuido. No hay intención en la envoltura, sí la hay en el ser que las viste.
La artista nos promete un relato llano, claro y expuesto. El espectador no tiene que decodificar nada acerca de los que ve, por que no es el ojo que mira, es el alma que entiende.
Esta artista que se atreve con sus congéneres, esta señora de aparente fragilidad y alma encendida, nos envuelve son su fuego vital, imprescindible, y nos guía con maestría, por los recovecos, arduos y bellos del arte en su más bella manifestación.
Cecilia Resnik

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CLAUDIA MARTINEZ

Mucha gente cree en la estaticidad de las imágenes. Las fotografías, las pinturas, sirven para detener un momento, para capturarlo, para que no se vaya y quede impregnado en la retina de quien observa. Sin embargo, están quienes desean creer (sentir) que las imágenes no son estáticas, sino que poseen un movimiento propio.
Claudia Martínez siente que “las cosas tienen movimiento”, y esa creencia se ve reflejada en cada una de sus telas. El óleo se desparrama en sus obras como danzando. Borbotones de pintura, hermosos juegos cromáticos, ricas variaciones rítmicas, pequeños silencios que contrastan con el movimiento. Las imágenes son simplemente anécdotas perdidas entre los elementos plásticos, lugares a los que la pintora elige darles música, darles vida más allá de la existencia estática que poseen.
Cuando se vive la experiencia de observar los paisajes de Claudia Martínez, no se regresa de la misma manera, la naturaleza no vuelve a ser la misma, esa experiencia nos transita de tal forma que comprendemos que la vida es dinámica y seguirá moviéndose al ritmo pictórico de esta gran artista.
Esteban Pablo Videla, Agosto de 2012. México DF.

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NINOT KAYOR

Ninot Kayor, observador agudo y laborioso, tuvo una afortunada experiencia con la fotografía hace más de dos décadas. El empleo de la cámara potenció el modo de ver de Ninot y de allí se volcó sobre la pintura. En esta ocasión Ninot Kayor nos presenta una muestra de algunas obras realizadas desde 1993 hasta la fecha. La exposición gira en torno a un lugar preciso, el pasillo, y su devenir: el pasaje de lo interno a lo externo, por el intersticio de lo que es propio y a la vez ajeno, al paso de cada día o de cada noche. Por efecto del tiempo y las operaciones de la mirada, ese lugar es como un túnel continuo y cambiante. La luz y la sombra dialogan en cada imagen, al cobijar una niña, una joven, una mirada que habla de sí, la planta que se despliega al sol o solamente la materialidad de la vida y sus diferentes perspectivas posibles. En este sentido, la muestra pone en diálogo la fotografía y la pintura, donde el propio Ninot ocupa el lugar de la brecha necesaria para esa comunicación. Lo común entre ambas producciones vuelve factible la situación dialógica, mientras que la diferencia le da valor al diálogo y multiplica sus posibilidades de significación.
El pasillo es el lugar de la emoción estética, expresada con sombras o con llamaradas de color, pero intraducible a los códigos del lenguaje convencional. Frente al mar, Ninot caviló acerca de la atracción por ese túnel: quizás sea por la interrupción de mi nomadismo permanente, escribió. Haya sido por eso o bien por un nuevo movimiento, la clave está en la vida del nómada y nos remite a la caverna, con sus obras pictóricas y su carga simbólica de matriz, origen, renacimiento e iniciación. Por su huella histórica, también la caverna guarda los recuerdos del período glacial y sus peligros, la experiencia de la oscuridad y la luz en el segundo nacimiento de las especies.
Entre los pueblos de Asia, notablemente, ese lugar está asociado a la imagen del corazón y el cráneo. Por medio de esta dualidad, la caverna simboliza penetrar y comprender, la interiorización de una persona para llegar a ser él mismo, organizar el yo y su relación con el mundo, su necesidad de conjuntar las aportaciones colectivas y la propia fuerza.
Si, como ha dicho Ariel Mlynarzewicz, las obras pictóricas, constituyen vestigios de vida, la obra de Ninot remite a la fuerza del corazón y a la agudeza del pensamiento, el trabajo en común: la pintura asociada en sociedad.
Francisco Pineda