Juncal 848
Curaduría: Daniel Pérez
Silvana Merello, o la pintura como intensificación de la vida.
Llegar a este mundo es una terrible complicación: luego de superar la indefensión y la dependencia de la infancia nos abocamos a la educación institucionalizada, etapa que nos provee, si todo marcha de la manera deseable, las herramientas indispensables para insertarnos provechosa y responsablemente en la vida social, a menudo acompañados por un cortejo de anhelos y esperanzas llamados a perdurar en la conciencia de las personas cuya sensibilidad excede la medida común. Nacida precozmente en el espíritu de Silvana Merello, esa sed desconocida la acompañó en cada una de las etapas de una vida plenamente realizada: estudiante de arte, desde muy corta edad, en el taller de Horacio D’Alessandro; bachiller egresada del Nacional Buenos Aires; doctora en química biológica, una profesión que la familiarizó con los cualidades de la materia y los sueños y desgarramientos provocados por la brevedad de la existencia; creadora de ingeniosas joyas en paralelo a su labor pictórica; madre de dos niñas que ya son adultas; cultora, a través de los años, de una incesante escritura volcada día tras día en pequeñas cuartillas de papel que registran, al modo de un diario personal, las perplejidades y reflexiones nacidas de su experiencia vital, en busca, tal vez, de una intensificación de la vida proyectada en el plano de la conciencia, y autora en paralelo de las exquisitas y poéticas obras presentadas en esta exposición, que transcriben como delicados y enigmáticos palimpsestos sus inquietudes artísticas y filosóficas.
Ajenos a toda representación discernible, los sugestivos campos de color que dominan las pinturas de Silvana Merello se extienden como espacios ilimitados o nieblas luminosas, saturadas de colores vivos, bajo cuyas veladuras se traslucen misteriosos trazos lineales y siluetas geométricas de filiación desconocida, en un jovial contrapunto cuya interpretación puede ser tan variable como el ánimo de los espectadores: algunos podrán ver, tal vez, símbolos inmateriales que aluden al infinito y la eternidad, o bien alusiones al gran enigma del tiempo; otros verán atisbos de galaxias desconocidas, o signos vinculados a la ineludible sucesión de los ciclos vitales que nos contienen, nos cambian y nos condenan; un tercero pensará en el orden armónico que se impuso al caos primordial, o simplemente se sentirá cautivado ante la búsqueda de belleza por la belleza misma. Y también es posible que el espectador, al retirarse de la muestra en un estado de grata incertidumbre, lo haga con la poética intuición de que las pinturas de Silvana Merello dibujan un diáfano autorretrato espiritual.