Desde el comienzo de la pandemia se hizo más evidente que prácticamente toda la experiencia estética se encuentra jaqueada o por lo menos cuestionada: el comentario habitual es hasta qué punto significa –o sirve de- algo el contacto físico, lo presencial.

Sergio Lamanna nos presenta piezas móviles, desplazamientos circulares activados por el uso de las manos; esculturas que, como aquella extremidad, rápidamente pasan a ser herramientas. Luis Rodríguez exhibe una serie nueva de espejos, en diálogo oblicuo con la pintura. Nos rodean reflejos que desconciertan; frente al objeto, estamos en un orden estallado, contaminado, deconstructivo, disperso, multiplicado, efecto que nos desafía al imperativo de la reposición, la reconstrucción.

Las obras abarcan el espectro del contacto: desde la activación física de la pieza a la actividad de posar junto al objeto; ambos, modelos de conducta propios de los fósiles de nuestra cultura. Ver es verse mirando, actuar es también ser parte del público. Este movimiento, por momentos tambaleante, a veces disciplinado y rítmico, emerge como una forma de autoconciencia: el tiempo es aquí.

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