ICANA White Hall
Maipú 672. CABA
Rocío Coppola
por Ariadna Gonzales Naya
Nidos, redes, capullos y nubes: la obra de Rocío Coppola es un mundoflotante, un pedacito de jardín que se le ha robado a una naturaleza frondosa y artificial. Para realizar sus esculturas, Coppola parte de una observación meticulosa. Estudia con ahinco las formas en que los animales tejen sus refugios, las maneras azarosas en las que las ramas se entrelazan y los mecanismos complejos que urden las raíces. Abstractas y livianas, sus esculturas susurran historias de arboledas ocultas y jardines húmedos.
En sus vericuetos y múltiples ramificaciones, la naturaleza de Coppola tiende al infinito. Y por eso puede decirse que su espíritu es romántico. Más que representar lo que ve, Coppola reniega de la imagen científica y recrea un ambiente desbordante, en donde el crecimiento exuberante se ha vuelto una amenaza y un espectáculo. Vueltas sobre sí mismas, sus esculturas son nudos intrincados, complejidades imposibles de desmontar.