Curaduría: Marcela Costa Peuser

Las pinturas de Roberto Tabbush, creativas al máximo, originales, inspiradas, transformadoras, rupturistas, antipolíticamente correctas, son, en verdad, un autorretrato de la naturaleza. Y vistas a plena luz, a mediodía, colgadas del asombro. Observarlas es sentirse uno con ellas. Se trata de una verdadera meditación en que el observador es lo observado. De perfomances e instalaciones centrífugas y centrípetas, que nos reflejan y donde nos reflejamos. Su verde es el vede en la naturaleza, que escribió la famosa Virginia Woolf, prefigurando a Tabbush.Además, como dice la tradición, el verde de sus pinturas es desde luego y como se sabe, el color de la esperanza, el optimismo y la buena suerte. Y de la  naturalidad, la búsqueda del placer y el vigor. Uno de los colores más ligados a la idea de equilibrio, serenidad y calma y a lo espiritual. El propio Julio Verne lo escribió en “El rayo verde”, y Federico García Lorca en un verso: “verde que te quiero verde”.

Haciendo un juego de palabras, Roberto se expone aquí como un artista  que no nos deja colgado de un pincel; todo lo contrario: nos convierte en coautores de su obra, cocelebrantes de sus acrílicos, dibujos, telas y acuarelas. En ellas escribe lo que quiere decirnos y lo hace con la destreza narrativa con que se expresa en sus textos, como buen narrador que es, además de pintor.

Mirémoslas bien de cerca, como ellas nos miran a nosotros.

Fernando Sánchez Sorondo