GALERÍA LAURA HABER
Juncal 885, entrepiso, Ciudad de Buenos Aires

Horario: de lunes a viernes de 11 a 20 hs., y sábados de 11 a 15 hs.
Entrada gratuita
Sobre la muestra
El espacio de trabajo de Pájaro Gómez se encuentra en su propio hogar, en una las habitaciones de su casa. Este sitio con fachada de bajo perfil y ubicado en una esquina, alberga lo que él mismo define como su casa-taller en donde la dinámica propia de un espacio en inquebrantable trabajo se hace visible en cada momento. Resulta muy atractivo ver a las piezas escultóricas dialogar con este contexto de producción privada en contraposición a la galería de arte donde las obras se presentan al público en un sitio de características muy disímiles. Así, las obras que Pájaro Gómez da a conocer en esta exposición se revalidan ante la mirada de los diversos espectadores.
Estas obras fueron creadas, en su mayoría, este mismo año de 2011. Aún así, también se exhiben cuatro piezas de realización anterior: De Las flechas y Devoranos de 1989, e Ícaro y Apertura de los años 2002 y 2008, respectivamente. De esta manera, estas obras nos ubican ante algunas características de su producción con las que viene trabajando desde hace un tiempo: la tensión, lo ingrávido, lo dinámico, lo etéreo, la ilusión de movimiento. Casi como un manifiesto inicial, nos marcan el camino por donde avanzar en el ejercicio de interpretación de esta exhibición.
Espacio.
“Espacio” es un término habitual en nuestro lenguaje cotidiano; sin embargo, su significación varía según el objeto al que hace referencia. Toma diferentes sentidos en los diversos campos de estudio y sus respectivos contextos. Hablar de espacio cuando se analizan las piezas de Gómez cobra un sentido primordial. Sobre este aspecto, es importante señalar que su poética posee características propias del alto modernismo al someter a la práctica escultórica a un intenso proceso de estudio de sus componentes, tomando al espacio como uno de sus objetos de investigación más sistemática. Pájaro Gómez, así, demarcó a éste como un elemento activo en la configuración de objetos o volúmenes tridimensionales, y constituyó en su dinámica de fuerzas contrapuestas con la materia una de las relaciones más prolíficas en la experimentación de su elaboración, extendiéndose hasta límites insospechados y forzando su carácter contingente respecto a la materia.
Sus piezas escultóricas se despliegan en el trabajo minucioso sobre el espacio como componente articulador de los materiales y de las herramientas compositivas. El vidrio, el acero, la madera, en tanto materiales translúcidos, reflectantes, opacos, frágiles, etc., en relación con la diagonal como elemento compositivo otorga a las piezas un cierto carácter tenso y frágil, de una cierta energía contenida e ingrávida, que por su propio dinamismo en la estructuración de planos, también se encuentran llenas de potencia, vitalizando la mirada. Gómez focaliza en la tensión y en su posible, o inminente, liberación. Realiza piezas con un recorrido visual fluido a partir de elementos simples y de una economía de medios, con lo que estructura una construcción etérea. La variedad de direcciones y las diversas articulaciones de tensiones espaciales mediante ángulos agudos, diagonales y formas triangulares crean la ilusión de movimiento por el dinamismo de sus creaciones. La utilización del vidrio posibilita la circulación energética de las partes constitutivas de cada pieza en su estructuración espacial, y que con reminiscencias a volátiles morfologías que comportan un sentido de libertad y de fuerza potencial, pareciera anunciar la inminencia de un hecho y de una potencia contenida próxima a desatarse.
Lo que se exhibe, entonces, es un corpus de piezas escultóricas manufacturadas en el fragor de una investigación sobre el espacio en constante tensión. Espacio que actúa como caja de resonancia de los aspectos formales y compositivos, y que se refrenda en la relación con la temporalidad como un elemento latente y subyacente, donde el registro de la memoria es primordial.
Pájaro Gómez (1946) concurrió a la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano entre 1964 y 1968; y asistió a los talleres de dos grandes escultores a quienes reconoce como sus maestros: Antonio Pujía, durante la década del sesenta; y Marino Di Tiana, con quien profundizó sus investigaciones formales durante el siguiente decenio. Vivió más de veinte años en Francia, donde trabajó en el departamento de escenografía de la Comèdie Française, y retornó a Argentina en 1987. Obtuvo, entre otras, las siguientes distinciones: Primer Premio, Salón Ramos Mejía (Buenos Aires, 1967); Primer Premio Salón Municipalidad de Artes Plásticas Manuel Belgrano (Buenos Aires, 1987); Primer Premio, Salón Quinquela Martín (Buenos Aires, 1990); Beca de la Fundación Antorchas (1995); Premio Fundación Trabuco, Academia Nacional de Bellas Artes (1995); Beca a la Creación, Fondo Nacional de las Artes (1997); Primer Premio, Bienal Internacional de Escultura (Chaco, 1998); y Primer Premio, I Bienal Nacional del Deporte (Buenos Aires, 1999).
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