Florida 302
Inauguración 3 de diciembre 18hs
Horario: lunes a domingo de 10 a 18hs.
Los artistas darán una charla el día viernes 18 de diciembre a las 18hs.
Nidia Pizzi “armonías divergentes” y Ladislao Magyar “códigos Cotidianos”
Exposición y Venta de Obras
NIDIA PIZZI
Hay gente que pinta y hay pintores.
Hay gente que trabaja en arte y hay artistas.
Y hay gente que ha sido elegida por la pintura.
Una manera de pasar por la vida.
Nidia Pizzi pinta porque es su forma de vida, no sólo una búsqueda meramente plástica o estética.
Las imágenes en su obra, pero sobre todo en el proceso, la manera de ir descubriendo colores, formas, relaciones, la manera de respetar lo que va apareciendo, pero al mismo tiempo adaptarlo a la totalidad. No es tanto la obra terminada, sino el proceso creativo, lo que la moviliza. Nidia Pizzi habla de su obra y transmite esa pasión que encuentra en su desarrollo: variando, probando, porque es artista que se abre a novedades.
Siempre con un hilo conductor que tiene que ver con el azar, con el hallazgo, con la sorpresa.
Cuando agrega elementos ajenos a las pinturas, telas, vidrios, papeles, cartones, metales, los usa como punto de partida para concebir nuevos horizontes. “Todo surge como algo muy biológico, algo que fluye”. La obra se estructura alrededor de ese material, de “Su presencia, de sus colores, de su forma” Igual elige grandes formatos policromados como pequeños y sutiles dibujos monocromáticos. El resultado es algo absolutamente personal, con la impronta de quien conociendo perfectamente el lenguaje plástico, se anima a jugar con él, a travesarlo, con energía, con fuerza, con libertad. “Todas mis obras son mi piel”, sintetiza. Toda una declaración de principios.
Florencia Salas
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LADISLAO MAGYAR
Hace ya bastante tiempo, que las obras de Magyar se han vuelto de inmediato reconocibles: partiendo siempre de la realidad circundante -que será constantemente transfigurada en el despliegue de sus imágenes incandescentes- su obra remitirá casi obsesivamente a ciertos climas candentes y asfixiantes de nuestra vida ciudadana. Con deliberada obstinación hará de sus herméticos personajes -con sus ropajes y corbatas coloridas que funcionan cómo insignias de la misma cofradía- los protagonistas de un largo y afilado relato, que devolverá la manera que tiene el artista de indagar y procesar esa realidad, instalando un singular horizonte de comprensión. En sus enormes paisajes urbanos Magyar no se priva de nada: yendo más allá del orden de apariencias, imbrica figuras masculinas y femeninas -que parecen ofertas eróticas en el fragor de la city- entre fragmentarios muros intervenidos, que funcionan como textos en el caos que entrelaza elementos racionales e irracionales, transmitiendo con un alto grado de expresión, los efectos de aquella realidad de fantasmáticas apariciones siempre en tránsito, que se hacen y se deshacen en el vértigo permanente de sus escenas. En ellas, sus ansiosas figuras van y vienen, se cruzan con acelerado ritmo, como obedeciendo los mandatos de un diabólico ritual: el que también gobierna la bolsa, las finanzas, los valores abstractos y toda esa parafernalia que con mano invisible domina la vida actual. La inestabilidad que transmiten estas obras se acentúa todavía más por el empleo que hace el artista de la pluriperspectividad,-que con frecuencia y meditada elaboración- instala en el cuadro la simultaneidad de diferentes puntos de vista, donde las figuras viven en un espacio de tensiones y conflictos, en el que también se abolió la ley de gravedad. El espacio se agranda, como en los sueños deja de ser un continuo, para dar paso a esa oscilación entre lo familiar y lo extraño que desrealiza los límites del mundo.
El imaginario de Ladislao Magyar a sabiendas o no, configura una potente metáfora del corazón de nuestro presente. Estas imágenes inestables parecieran hacerse eco de aquel mundo signado por la lógica del capitalismo tardío, en el que ya no tiene consistencia todo lo que ha venido regulando las relaciones humanas. Hasta el punto de que hoy la sociedad puede ser caracterizada -al decir del sociólogo Zygmunt Bauman- como una "sociedad líquida", en donde las condiciones de la globalización, con su borramiento de fronteras, ha instalado la deslocalización de todo.
Raúl Santana
(Extracto del prólogo para la muestra “Sinovia urbana”, Recoleta, 2013.)