Posadas 1725
Desde el 14 de marzo a las 19, se puede visitar en el Palais de Glace, la muestra antológica "Miradas Núbicas", de la artista Mireya Baglietto. Curada por Héctor Médici, aquí el texto de la exposición:
CIERTAS MIRADAS…
“La estética del movimiento orgánico
reemplaza la agotada estética de las formas fijas”
Lucio Fontana, Manifiesto Blanco, 1946
Muchos de los dilemas que atraviesan la práctica artística contemporánea convergen con singularidad crítica en la obra de Mireya Baglietto. Una de sus particularidades, no menor, es el claro distanciamiento de los estándares estilísticos, de los criterios de evaluación consensuados por las llamadas industrias culturales o las pautas extra artísticas del mercado de arte. Sus intereses superan cualquier posicionamiento circunstancial: es obra que debe ser apreciada como un corpus, como un todo coherente y sistemático que evoluciona por dos frentes simultáneos.
Por un lado desmonta los equívocos con los que la tradición cultural construye y congela los estereotipos perceptivos, y por el otro instala nuevos vínculos, sobre todo aquellos relacionados con el sujeto perceptor al que impulsa en su rol de co-creador.
Los condicionamientos con los que esa tradición asigna tanto a creadores como receptores de la obra de arte no son novedad. Esos supuestos, desarrollados y transformados en hábitos perceptivos garantizan, en cierta manera, una estabilidad, una especie de "pax" estética. La perspectiva renacentista, por ejemplo, que no es otra cosa que un recurso matemático para representar el mundo, creó también un sujeto inmóvil que aspira ver con un solo ojo ese mundo mediante la bidimensionalidad de una pantalla. Curiosa es la inercia con la que estos estereotipos permanecen. Llegamos a afirmar la garantía de "realidad" que ofrece el registro fotográfico simplemente porque se obtiene por medio de un aparato diseñado con el mismo criterio reductivo de la perspectiva clásica.
Baglietto no sólo interroga al observador sobre sus hábitos perceptivos, sino también cuestiona las formas con las que contemporáneamente concebimos los recintos que habitamos. De hecho, diseñamos y construimos esos espacios a partir de las mismas pautas de distanciamiento y homogeneización que nos dicta la razón instrumental.
La artista establece un nuevo pacto con quien considera legítimo partícipe, más que observador o espectador. Esta relación ya aparece en sus experiencias núbicas de los años '80 y se desarrolla, expande y diversifica como elemento ineludible en el ámbito de sus últimas propuestas, a las que podríamos designar como verdaderos "laboratorios espaciales", tendiendo a recuperar el concepto más como una práctica poética que tecnológica.
En ese pacto Baglietto nos ofrece un saber personal, una praxis lograda por su propio derrotero artístico hecho con el "obstinado rigor" de la intuición liberada de los dogmas del cálculo especulativo.
Así, como memoria de su propia experiencia pictórica y escultórica, al despojar la tela de la rigidez del bastidor, logra recuperar las cualidades espaciales y sensoriales de la trama. La revierte entonces en una dúctil piel apenas tensionada en puntos claves, que transforma en estructuras blandas y superficies envolventes. Estas configuraciones interpelan la arquitectura del plano estricto y del ángulo recto. Desaparecen techos, muros y pisos y el color, casi tinte, deja percibir la sutil superposición de los pigmentos. Baglietto modela el espacio con el amoroso designio del alfarero: el espacio no es la vasija, sino el vacío que ella delimita.
Y es allí, en ese ámbito despojado de señales de tránsito, de símbolos o relatos moralizantes, donde la artista nos provee un pequeño espejo con el cual es posible, además de ejercer la vigilia lúcida de nuestra mirada, acceder al antiguo anhelo de la ingravidez.
La travesía que su obra propone es también una conciliación con los orígenes, un retorno que nos lleva mucho más allá de nuestra infancia.
Veremos entonces nuevamente aquellos bosques que misteriosamente ascendían o descendían sobre la tierra, las nubes que dibujaban todas las formas en su perpetuo devenir, los frágiles refugios aliviando nuestro desamparo y el suelo latiendo con el idéntico ritmo de nuestros pasos nómades. - Héctor Medici, febrero 2013