Calvaresi
Defensa 1136
CABA
Estrategias de la pelusa es la primera exposición individual de la fantástica Mildred Burton en galería Calvaresi. Aquí se van a poder ver más de veinticinco obras de la artista en diferentes técnicas y de distintas épocas. La curaduría a cargo de Alberto Passolini le permite al espectador tener una idea no solo de la obra sino también de la misteriosa vida de Mildred, ya que compartieron veinte años de amistad. A través del montaje y el diseño de sala, ingresar a la muestra será como entrar en una pintura de Burton.
Estrategias de la Pelusa
A Mildred la conocí cuando yo tenía veinte años, en 1988. Fue en una fiesta en lo de unos amigos en común que eran del ambiente teatral.
Iría una pintora muy famosa, me habían comentado, pero su nombre no me sonaba conocido y tampoco sabía qué tipo de pintura hacía.
La fama de Mildred venía de una época previa a mi juventud, los años 70, cuando los premios de arte decidían la legitimación de un artista. Ella había ganado los concursos más importantes en muy pocos años, ya que contaba con el favor de las miradas que decidían el gusto de los porteños. Aparte de figurar en el ámbito de la plástica, había cultivado la habitual práctica de cruzar colaboraciones con los mundos del teatro, de la literatura y de la música. Muchos compradores de la obra de Mildred, en su vertiginoso ascenso de aquella década, fueron gente muy exitosa de esos ambientes que tenían el hábito de convivir con obras de arte armando colecciones de artistas argentinos.
Gracias a esto último estaba yo parado al lado de una obra suya (un retrato de su madre con una máscara de plata y un sapo en su hombro) en la casa de mis amigos: Carlos Mathus, autor y director de teatro y el actor Antonio Leiva.
Mildred entró vestida como una diva del cine mudo. Apenas me vio cruzó la sala hasta plantarse frente a mí y, desde su metro y medio de estatura, me dijo: “Oíme, che, yo soy Mildred. ¿Vos quién sos?
Cuando terminamos de presentarnos le pregunté finalmente qué pintaba, cómo eran sus cuadros, y señalando uno en ese mismo cuarto, me contestó: “Como ese. Es un retrato de mi mamá que pinté hace tiempo y unos años después de terminarlo para su cumpleaños, le pinté encima ese sapito como regalo”.
Así empezó nuestra aventura juntos que perdura aún hoy, aunque ella ya no esté…
El inicio de nuestra amistad coincidió con el comienzo de la sistematización y profesionalización de la crítica del arte en este país. Mildred resultaba ya entonces una figura inclasificable y seguirá siéndolo por siempre. Sin embargo, en la década del noventa generaba cierta incomodidad entre quienes preferían hacer una lectura de la producción de los años 70, donde el posicionamiento internacional del conceptualismo argentino fuese protagonista; el resto, un arte complaciente que no merecía ser tenido en cuenta.
Con el tiempo Mildred se convertiría en una “artista de culto”. Esa es la denominación que sirve para referirnos a quienes, a pesar de los esfuerzos hechos para dejarlos fuera del recorte histórico, siguen manteniendo el respeto y la admiración del medio.
Yo creo que, en su caso, lo que le permitió esa metamorfosis de celebridad del pasado a artista de culto es que, mucho antes de asumirse artista, en su Paraná natal, a Mildred Burton su familia la llamaba Pelusa.
Conservó del apodo familiar la estrategia de una pelusa que, antes de posarse opacando aquello que debería relucir, atrapa entre sus filamentos las partículas de lo indeseable, como el polvo. ¿Qué otra cosa era, a fines del siglo XX, el surrealismo, sino ese polvillo molesto que cubre las cosas viejas antes de que la sublimepatine du tempslas convierta en antigüedades? Esa que da urticaria, sofoca hasta el estornudo que hace desaparecer la compostura de los más envarados y, sobre todo, escapa de los manotazos que intentan atraparla, valiéndose de las corrientes de aire que esos aspavientos provocan.
Hoy que Mildred ya no está, el recuerdo de esa señora delirante y deliciosamente chiflada es un tesoro para quienes la hemos frecuentado.
Para las nuevas generaciones queda presente en su trabajo otra de las estrategias de la pelusa, esta con ecos más amables: la de los panaderos,dandelion, o diente de león.
Como el remolino de pelusas desprendidas de un panadero que nos sorprende en cualquier lugar y nos llena de extrañeza, el andar sin rumbo de sus obras esparcidas por ocasionales exposiciones como esta parece trazar un camino que se empecina en devolvernos a Mildred todo el tiempo al presente.
Alberto Passolini
Con curaduría de Alberto Passolini, la muestra se puede visitar desde el jueves 21 de marzo de 17 a 21h y de martes a domingo de 13 a 18h hasta el 30 de mayo de 2024 en Galería Calvaresi, Defensa 1136, San Telmo, CABA.
Entrada libre y gratuita