Curadora: Ruth Estévez

Como dice la metáfora, la guerra configura un escenario, un teatro de operaciones (Virilio,1991: 26). Miguel Ángel Ríos fragmenta ese escenario en múltiples pantallas, imágenes y objetos en constante transformación, sin una coherencia narrativa que ordene las acciones o diseñe el trayecto de los personajes. Este caos armado, no es gratuito. En el video MECHA, la cámara se mueve como si fuera el instrumento de un fotógrafo de guerra; evitando los obstáculos, encuadra el espacio con el ojo, igual que lo haría una pistola. Imágenes tomadas por la nerviosa cámara en mano, dentro de un espacio abstracto de combate. Las carreras del operador en busca de refugio nos sitúan en la certeza de la amenaza constante. Miguel Ángel Ríos evidencia el peligro de la guerra en nuestro horizonte visual cotidiano. Se puede incluso prescindir de las imágenes, dibujos y esculturas y aún así seguir visualizando el sonido del golpe y del estallido, expectantes ante la nueva detonación.
Una escenografía entresacada del tradicional juego del tejo, deporte nacional de Colombia, que asemeja sin embargo nidos de ametralladoras, fortines, casamatas, alambradas puestas en escena orquestando un campo de batalla cinematográfico. Arqueología de guerra anónima que bien podría ser la memoria trágica de un tiempo contemporáneo. Cada dibujo o papel agujerado nos habla de un intelecto bélico, el del hombre de guerra, donde el objetivo del arma es la pupila del ojo, única forma de percibir la realidad.
Al final, toda la exposición se convierte en una articulación contingente de gestos, sonidos e imágenes que configuran diversas posiciones sobre el espacio. Lo que se pone en juego es siempre un ejercicio dialéctico: un lenguaje de rupturas y choques con capacidad de sobrescribir la realidad, de desordenar sus signos e imaginar otros modos el flujo y continuidad de la historia.