Av. Infanta Isabel 555 (frente al puente del Rosedal de Palermo) Parque Tres de Febrero
De martes a viernes de 12:00 a 20:00 y sábados, domingos y feriados de 10:00 a 20:00 hs.
Entrada: $10.
Miércoles y viernes: gratis
Bono contribución: $25
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VIERNES 18 de diciembre, 18 hs PRESENTACION DEL LIBRO "MANUEL AGUIAR MEMORIA Y VIGENCIA" de CRISTINA ROSSI - En Residencia Emb. Uruguay
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Sobre la muestra
Se expone más de medio centenar de obras de Manuel Aguiar producidas entre mediados del siglo XX y 2015, entre óleos sobre tela, madera o harboard, técnicas mixtas, acrílicos, óleos y polvo de mármol, témperas, cuerdas y telas sobre madera, entre otros. Se trata de una exposición antológica que indaga sobre los distintos períodos que el artista transitó desde sus inicios con el maestro Joaquín Torres García hasta la actualidad.
“El guión curatorial de Memoria y Vigencia se propone mostrar el hilo conductor que, entre diferentes etapas, enlaza el pasaje del símbolo al signo en las etapas constructivas, su transformación hacia el gesto y la valoración de la expresividad que surge del silencio y el vacío. En consecuencia, es una exposición que presenta obras de las principales etapas de su producción, pero no tiene carácter retrospectivo. Según analizamos, las búsquedas de Aguiar no solo presentan un correlato con las diferentes vías de aproximación a distintas tradiciones culturales, sino que expresan su disposición para insertarse en ellas y aprehenderlas”, señalaCristina Rossi, curadora de la muestra.
“La selección de obras que se exhiben se ordenan en cuatro núcleos: el primero, corresponde a la etapa constructiva en el Taller Torres García, basada en una pintura de entramado ortogonal, donde signos y símbolos del hombre universal se organizan aplicando la sección aurea. El segundo, la serie de pinturas con predominancia de un alfabeto sígnico, atraído por la simbología de las letras árabes. El tercero, la etapa gestual espontánea, en la que el artista se ve influenciado por la pintura china y japonesa fruto de su experiencia y visión budista o taoísta del instante, y por último, una síntesis abstracta dada por la inclusión de elementos materiales como cuerdas y calados concretando vacíos”, destacaLorenaOporto,integrante del Area de Investigación y Archivo del Museo Sívori.
“Las búsquedas de Aguiar no solo presentan un correlato con las diferentes vías de aproximación a distintas tradiciones culturales, sino que expresan su disposición para insertarse en ellas y aprehenderlas. En este sentido, su obra temprana elaboró un lenguaje simbólico a partir de la regla constructiva propuesta por Torres García y, al comenzar los años 50, se dejó seducir por el acercamiento a las culturas indoamericanas”, explicaCristinaRossi.Y añade:“Esta primera aproximación al ‘otro’ mediante un acto de despojamiento de los propios valores para lograr una ‘escucha atenta’, inclinó sus intereses también hacia el conocimiento de otras culturas de la antigüedad. En este marco, el viaje al Oriente Medio le abrió el universo sígnico de sus variados alfabetos que pronto fue poblando la superficie de sus telas. Despojadas de la grilla ordenadora y articuladas con mayor libertad, sus obras incorporaron otros procedimientos de trabajo. Por lo tanto, el momento de quiebre con el ordenamiento constructivo estuvo basado en la búsqueda de otras maneras de conectarse, en la apertura hacia la propia interioridad y en el dominio sobre los elementos reactivos originados en el comportamiento mundano”.
“En la convicción de que para dar lugar a la expresión interior es preciso deponer el control de la razón y permitir el silencio que dará paso a su emergencia, desde su regreso a Montevideo inició un progresivo alejamiento de la subjetividad de la pintura. Cuerdas, piolines, arpilleras o troncos comenzaron a funcionar como elementos reflexivos que le permitieron generar una nueva síntesis en la que interviene el vacío, el signo, el movimiento espontáneo de una cuerda o el desflecamiento de un hilo. Aun cuando el recorrido a través de las obras desplegadas en Memoria y Vigencia muestra las transformaciones que distancian visualmente a la obra actual de Aguiar del planteo constructivo en el que dominaba la grilla ortogonal y los símbolos, al analizar su poética se observa que mantiene vigente el núcleo conceptual de su formación torresgarciana, con la que comenzó esta búsqueda incesante de una expresión universal”, completa la curadora.
Sobre el artista
Manuel Aguiar es un pintor, docente y ensayista nacido en Montevideo en 1927. Fue alumno del maestro Joaquín Torres García y formó parte de su taller hasta 1958, participando en alrededor de veinte exposiciones y colaborando en la revista Removedor, órgano de difusión oficial de ese espacio. En 1950 realiza un viaje de estudios a Chile, Bolivia y Perú, donde permanece un año estudiando las diferentes manifestaciones religiosas y artísticas de las culturas precolombinas.
Visitando distintos sitios y museos proyecta la profunda interrelación entre religión, expresión artística y dinamismo simbólico existente en dichas culturas; asimilación que va a resultar fundamental en su posterior evolución artística.
En 1954 viaja a Grecia, Turquía, Siria, Líbano, Egipto e Italia, profundamente interesado por las primeras manifestaciones expresivas de las civilizaciones mediterráneas, en particular por las primeras escrituras y los primeros alfabetos. En 1955 se instala en París, donde trabaja y expone hasta 1985. Desde 1955 hasta 1958, asiste a cursos en el Collège de France (profesores Paul Mus y Henri Puech) y en los museos Guimet y Cernuschi, sobre la filosofía y el simbolismo de las religiones orientales: vedanta, budismo zen, gnosis, islam y sufismo.
Estos estudios y reflexiones van a producir, a partir del grafismo, de la caligrafía y de un trabajo sobre los ritmos respiratorios, una evolución en el lenguaje expresivo del artista. En relación con su actividad de pintor, también dictó cursos de pintura e historia del arte en la UPASEC (Vèrcheny, Drôme), durante dos años (1982 1983).
En 2000 realiza un viaje a la antigua Ruta de la Seda: Uzbekistán, Turkmenistán y Kazajistán, gran vía de comercio y de difusión del taoísmo, del budismo tibetano y del sufismo. La vivencia de esa influencia perdura en testimonios arquitectónicos de la época y a nivel popular, en lo que siempre fue un magnífico crisol de razas, de credos y de expresiones artísticas. Este viaje representó también un hito muy importante en la disposición creativa y en la evolución expresiva del artista.