Av. Callao 1870 P.B.
Las imágenes de Luisa González han concitado interés en un público heterogéneo como el norteamericano, español o chileno, posiblemente porque sus imágenes podrían haber sido concebidas en muchas grandes ciudades modernas del mundo, sin embargo estas escenas urbanas son hijas legítimas de una ciudad: Buenos Aires, lugar de nacimiento y pertenencia de esta artista porteña.
El gran tema de la pintura de Luisa Gonzalez el espacio y a él arribó sin ninguna premeditación a través de un trabajo ininterrumpido en la pintura.
A pesar de no haber realizado un estudio académico sistemático, Luisa González transitó por talleres de grandes maestros que le enseñaron los secretos del dibujo, del color y la incorporación de nuevos materiales, pero su crecimiento de debió fundamentalmente a una búsqueda solitaria, a la constancia y perseverancia en el trabajo diario, guiada por la pasión que desde niña encontró en el ejercicio del arte.
Desde entonces el “fondo”, irá dominando cada vez más a la figura humana como en el caso de del artista del romanticismo David Gaspar Friedrich en el que el hombre pierde fuerza ante la inmensidad de la naturaleza. La estética denominó a esta percepción de pequeñez humana ante la naturaleza con la categoría de lo sublime.
Si el romanticismo proyectaba en la naturaleza la inconmensurable presencia de lo divino, en las pinturas de Luisa González el espacio se impone como la condición espacio-tiempo de la cultura urbana y encarna el misterio de la ciudad moderna.
Esta presencia de lo urbano se expresa a través de un abstracto entramado gestual y matérico, en fachadas de edificios que obstruyen toda perspectiva visual o como muros cubiertos en su totalidad con carteles y afiches callejeros.
En esta última series, a la que está dedicada esta muestra, ha quedado suspendido todo el horizonte como todo resabio de naturaleza. En el domino de sus muros, en ese espacio de nadie que es la calle, los sujetos sin distinción de clase edad o sexo son sometidos al anonimato.
La abstracción del espacio contrasta con la iconicidad de objetos como un mástil o un cesto de basura que por sus referencias de diseño son indicadores temporales. En cuanto a la figura humana, su actividad se reduce a pequeñas acciones: un grupo reducido de personajes forman fila delante de una parada de colectivo.
Los personajes que Luisa transcribe a la tela tienen su origen en tomas fotográficas que ella misma realiza o en imágenes de revistas. La figura humana, apenas delineada en los primeros trabajos, irá ganando identidad y en las series de la ciudad ya se distinguen las características que individualizan a los sujetos por la indumentaria y las posturas corporales según el sexo y la edad pero a pesar de las diferenciarse, la ciudad desimpone su ley, una convivencia de gran proximidad pero en la que cada uno permanece ajeno de los otros.
Para la configuración de los “fondos” González parte de fotografías de edificios que posteriormente transfiere a fotocopias que incorpora a la tela para luego intervenirlas con pintura acrílica. Este proceso de transferencia le va quitando identidad, ya repite en la construcción del edificio muchas veces la misma imagen y de esta manera “desdibuja” la impresión de realidad en ese pasaje de una técnica de reproducción a otra. De manera tal que los edificios cuyas fachadas reales pertenecen a diferentes rincones de Buenos Aires dejan de ser identificables e imposible de reconocerlos.
Estos grandes telones de “fondo” se imponen como un muro de contención pero también de encierro, ante los cuales los movimientos humanos quedan limitados.
En su última serie trabajada paralelamente a la de los edificios, las fachadas de las propiedades horizontales han sido reemplazadas por carteles, graffitis y señales. Son como los ecos de voces anónimas que circunscriben el espacio público y que como fantasmas de la cultura urbana establecen el marco de referencia a sus transeúntes.
Menos alienante que las repetitivas fachadas de balcones-celdas, esos muros de graffitis retoman cierta magia metafísica en la construcción del espacio.
En las tramas urbanas de Luisa González, la imagen de la ciudad posmoderna, en la que se funde el anonimato de sus habitantes con espacios alienados de la naturaleza.
La síntesis visual de sus tramas en la que todo está a la vista, su aparente calma, su despojo y orden, se conjuga en escenas cuya extrañaza inquieta.
...............................................................
Más info
ra.gro.oveunodnumnoicadnuf@etra
www.fundacionmundonuevo.org.ar