Cada vez que empiezo a pensar una nueva muestra, pienso en personas. No en obra.

A veces, llego a las personas habiendo conocido la obra, pero aun así, intento conocer a los artistas, algo sobre ellos, sus historias, sus emociones biografías, los lugares en que habitan, los intereses…todo eso se refleja en lo que hacen y comparten.

Y en todo eso me encuentro.

Ahí, después, simplemente confío.

Laura Varangot trae esta muestra a fud/ bsas, LIQUEN -algo entre asociaciones y sinergias-

Ella habla de preciosismo y su muestra lo trae.

Cree que el espacio es el adecuado. Que recibe su obra y la alberga.

Hasta ahí, la obra y las charlas compartidas suenan al unísono, en concordancia.

La obra de Laura es abundante, como la naturaleza. Orgánica e invadirá la sala…

Pero aparecen los vidrios…

Inquietantes, atrevidos, amenazantes …

Peligrosos.

Cómo un detalle.

Hace unos años, en una residencia en Brasil, en el Parque Estadual do Itatiaia, me explicaron que las casas no se venden ni heredan y que cuando muere su último dueño la casa es abandonada .

Y la naturaleza simplemente la toma, con una belleza desgarradora.

La naturaleza que sana , que envuelve, que ablanda.

Que abraza con su organicidad infinita.

Los vidrios de Laura están ahí como esas casas. Como pedazos de historias, cómo dolores, entre lo verde, para no olvidar.