Alicia Moreau de Justo 1300
Curador: Ernesto Muñoz
Sobre la muestra
por Cecilia Cavanagh*
En un mundo en el que conviven la realidad y la ficción, en el que las noticias falsas se confunden con las verdaderas, tenemos el privilegio de ser testigos de parte de la colección de Olena Sewik, rescatada del naufragio del barco que transportaba su obra, en la zona de Chiloe. El ritmo inquieto y la sensación confusa del tejido urbano de Carolina Barros; el collage de María Elena Covarrubias, cuyos pequeños pedacitos de papel le brindan total libertad para la realización de nuevos mapas que esbozan su propia inquietud; la escultura creada por Carlos Edwardsy las fuerzas de la naturaleza, realzando con fidelidad las texturas y cualidades de la piedra encontrada en cantera de río, incorpora un espacio vacío que revela sutileza y seduce por su propia forma y estructura;con hilo y aguja, en la expresión ancestral de los bordados,Martin Eluchans plantea su interrogante respecto a la Argentina e Islas Malvinas; con una sugerente instalación de piezas tanto geométricas como de forma irregular, Amelia Errazuriz cuestiona acaso nuestra manera de ver las cosas; el paisaje de Hernán Ganacuya intervención con una línea horizontal roja, y un grafico que probablemente explique el entorno, alteran ineludiblemente el ecosistema de su obra;el libro objeto escultórico de Benjamín Guzman, con tapa de madera y paginas del acero de piezas halladas, encuadernado con espiral de alambre, nos invita a leer sus eruditas hojas del mucho andar; el silencio significativo del alquitrán derretido al fuego de Lira Pazsobre un fieltro rescatado en los mares del sur de Chile, en forma de cruz y en medidas agigantadas, imprime una densidad que da lugar a numerosas y diferentes interpretaciones; la danza cromática de las telas de Maite Izquierdo dialogan con el visitante que las reconoce familiares de todos los días; las formas alternativas de referencia al hogar, de Catalina Mena, en la relación simultanea entre el dibujo elemental de las casas y las sustanciales palabras escritas; los pliegues de los moldes a medida de María José Miry sus delicados reflejos de nostalgia; el paisaje de paz y tranquilidad que observamos en la pintura de Lorenzo Moya,pero que aparece anclado por un texto relacionado con la imagen sugiriendo absolutamente lo contrario; la colisión y luego la coexistencia, entre el hombre y la naturaleza, en las imágenes de Carolina Oltra, que nos llevan a lo largo del recorrido en movimiento del Rio Mapocho y la vitalidad iluminada de Santiago de Chile; la figura de la mujer de Teresa Ortuzar detrás de barras doradas, entre frutos y caballitos de madera, que emerge con espontaneidad hacia la liberación en un fondo de flores;pero que adquiere diferentes enfoques dentro de un mismo retrato utilizando varias imágenes en la construcción de una sola obra; el encanto imperecedero de las acuarelas de Flavia Rebori que van en camino de realizarse; la instalación de cadenas con eslabones de centímetros de Pedro Tyler, que cuelga del techo y que avanza hacia el nivel del espectador invitándolo a medir sus propias sensaciones; la imagen quebrantada que expone Guadalupe Valdes, con la pieza inicial todavía enmarcada dentro del propio marco, y con un trozo que se desprende en la inmensidad del mar; los arboles larguiruchos, y sus raíces reveladas, de María Elena Vial, en conmemoración de la naturaleza por sí misma; el sentido del mar infinito en la obra de Angela Wilson, como un reino de misterio ilimitado y de posibilidades inagotables, manifiestan una seductora diversidad de expresiones artísticas que se han rescatado de esta Insólita Colección.
Quiero hacer un especial agradecimiento a Ernesto Muñoz, por su valiosa curaduría y organización de la muestra, a los artistas por su importante colaboración, y a la Embajada de Chile en Argentina por su respaldo a la gestión de la exposición, para la realización de Insólita Colecciónen el Pabellón de las Bellas Artes.
*Directora del Pabellón de las Bellas Artes