Viamonte 525
Inés García Zuberbühler dedicó años a su pasión. Estudió técnicas y teorías en Inglaterra, Florencia, Bélgica y Grecia, pero es visceralmente argentina en cuanto a particularidad de carácter y apertura al cosmopolitismo creativo. Su espíritu, su pasión, sintetizan los opuestos aparentes, como en el gran poeta Saint-John Perse el Caribe solar y marino de su infancia se integra con el refinamiento intelectual europeo.
El arte es siempre una opción de valentía. En una sociedad y un tiempo de decadencia, el artista se enrola en el universo arte como acto final, la decisión de “tomar hábito” en una religión abierta, sin ortodoxias, que exige una formidable entrega. Más allá de sonidos, formas, frases o colores, los artistas dan su espíritu. Optan por lo supremo en tiempos difíciles (como bien dijo Borges, en realidad todos los tiempos son malos para vivir) pero el artista renueva su apuesta.
García Zuberbühler es capaz de expresar su zona dramática y hasta telúrica en su serie de carbonillas sobre los gomeros, esos árboles gigantescos de Buenos Aires, en los que Severo Sarduy creyó ver dioses que los porteños no podían descifrar. Es fuerza, pero organicidad amenazada, vida. Raíz en tierra pero brazos abiertos hacia el cielo, como expresó Rilke. El aprendizaje del dibujo y el ejercicio de luz y sombra otorgan una fuerza particular a esa representación trascendente. Sus carbonillas realzan la sugerencia trágica del tema visual. Los “gomeros” de García Zuberbühler me hicieron recordar esas enormes raíces que abrazan, dominan y conviven sin devorar a los templos budistas de Angkor, en Cambodia. Extraña simbiosis de vida y muerte. ¿Triunfo de la naturaleza sobre la ilusión en piedra?
Este aspecto auténtico y profundo que soluciona con definido carácter, no le impide llevarnos a una visión solar, de color y materia enlazada con felicidad. IGZ cuenta que en la luz de Grecia prepara el yeso que arroja con un movimiento de ritmo y danza sobre el papel. Ese fundamento se fija un poco con el azar y con las leyes físicas. Luego será la acuarela, y hasta el oro, lo que desde lo humano del artista y con la ductilidad de agua transmite alegría y plenitud de color, el otro aspecto del ser del artista. Un resultado esplendente y armonioso en “Sinfonías” y “Estaciones”.
Como escritor me place destacar que IGZ acerca en su exposición la palabra en su caligrafía.
Platón, Gibrán, Rilke y Vieira da Silva. Rara resolución interdisciplinaria, quebrando las irreales provincias creativas merced a una concepción total del arte como expresión espiritual de la condición humana.
Abel Posse
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