Godoy Cruz 2626 - Distrito Arcos
Sobre la muestra
Por Ariel Authier
A mediados de 1899, el fotógrafo norteamericano Harry Grant Olds parte a bordo del buque Buffon con rumbo final a Valparaíso, Chile, lugar donde había decidido trasladar sus labores fotográficas. Unos meses antes decide vender su estudio fotográfico de Mansfield en el estado de Ohio -lugar donde se sentía absolutamente menospreciado- para dirigirse a Sudamérica con su cámara de 4×5 pulgadas y algunas placas que utilizará en el viaje. Tras una breve y problemática estadía chilena, en el 1900, Olds cruza los Andes para intentar establecerse en Buenos Aires, ciudad que ya no abandonaría hasta su muerte, 43 años más tarde.
Es en Argentina entonces, donde comienza a desarrollar lo que él llamaría su “colección general”, un archivo de negativos en placas de vidrio de 20x25cm, con tomas de vistas, tipos y costumbres locales (monumentos, plazas, edificios históricos, oficios, vendedores ambulantes) que realizaba a veces por encargo, a veces en expediciones personales que lo llevaban a extraños y hasta recónditos lugares de la Argentina de comienzos del siglo XX. Especie de foto-reportajes antes de que siquiera existiera tal género, cuyo destino final podía consistir en aparecer en las revistas ilustradas de la época o ser publicadas en forma de postales fotográficas.
Viajes visuales que incluían desde lo más rico y acomodado de la época hasta lo más pobre y precario. Desde los cascos de estancia de los dirigentes de la Sociedad Rural hasta los conventillos donde se agolpaban los recién llegados inmigrantes. Desde la callejera feria popular hasta la sala de esgrima del Círculo de Armas, todo convivía en el universo de expediciones ópticas de este proto-vanguardista.
Fue una de esas primeras expediciones la que llevó a H.G. Olds en 1901 a lo que entonces era un apartado rincón de la ciudad de Buenos Aires, la quema de basura en los bajos del barrio de Flores. Tres fotos serían publicadas en La Ilustración Sudamericana, una de las revistas que por entonces publicaban notas ilustradas con fotografías. Tres imágenes extrañas, extrañísimas, que perturban y atraen al mismo tiempo. Imágenes que navegan entre la más absoluta aspereza de la precariedad de los vidas de los miembros del sub- sub-proletariado que las habitan y la exquisitamente sobria puesta en cámara de Olds. Una de ellas, titulada “369. HABITACIÓN PARTICULAR EN LA QUEMA DE BASURA/BUENOS AIRES S.A.” nos muestra lo que parece una improvisada vivienda, una suerte de choza armada con latas de kerosene apiladas, ubicada al borde de un precipicio de humo. Frente a esa fosa, un hombre sentado apaciblemente, parece estar armando un cigarrillo. Es esta imagen la que Olds más tarde convertirá en postal, para ser distribuida con el sobreimpreso de “Recuerdo de Buenos Aires”.
Más de un siglo más tarde, esa zona del bajo Flores se ha convertido en una de las villas miserias más populosas y conflictivas de la ciudad de Buenos Aires, repleta de miles de “casillas” tanto o más precarias que aquella fotografiada por Olds. Alfredo Srur, también fotógrafo, transita por esos lugares desde hace más de una década y media. Su documentación fotográfica lo ha llevado a recorrer esos márgenes, a conocerlos como pocos, a habitarlos, prácticamente a hacerlos parte de su propio cuerpo. Sus trabajos sobre la sociedad, la juventud, el sexo, la violencia y la familia se ubican en las antípodas de cierta aproximación cuasi turística que podría imputársele a algunas formas del fotorreportaje. Los lazos, las conexiones íntimas con los espacios y con las personas que los habitan son vitales para Srur, para sus proyectos fotográficos. Sus imágenes podrían ser consideradas como los auto-retratos de sus obsesiones.
Fue aquella fotografía de Olds de la vivienda en la quema de basura la que se convirtió en una de sus mayores obsesiones. En el 2013, cuando casi por “casualidad” dio con su negativo original de 20x25cm junto a otras 1000 placas de vidrio del fotógrafo norteamericano, en una colección arrumbada, mal conservada y prácticamente olvidada por la historia, decidió convertirse en su mayor conservador, su restaurador, su investigador. Cual fetichista empecinado, siguió buscando las postales, las copias vintage hechas por Olds. Consiguió sus diarios, las anotaciones con sus recetas de laboratorio fotográficas. Hasta logró dar con una copia hecha por Olds (ca. 1915) de la imagen de la quema, además de encontrar una de las postales hechas a partir de esa toma.
Tras un año de trabajo, búsqueda y restauración, Srur decide hacer la que es la primer ampliación de aquel negativo, ya que Olds copiaba por contacto, es decir, sus copias medían 20x25cm, y se reproducían más pequeñas aún en las revistas o en las postales. Con este “Blow-Up” de la imagen, ve detalles que probablemente ni el propio Olds vio. Las moscas, las superficies, el humo y hasta el aire se hacen presentes, re-aparecen. Es como si la imagen recuperara tactilidad, olfato, lograra respirar nuevamente. La imagen entra en diálogo con su doble vintage, para mezclarse, confundirse y reflejarse en un ritual interpretativo de sales de plata.
Desde entonces, en su afán cuasi detectivesco, Srur no sólo viajó a Estados Unidos, a Sandusky y a Mansfield, a la búsqueda de aquel último estudio de Olds, aquella galería de tomas que el fotógrafo abandonara para escaparse al sur del mundo y trabajar desde entonces en exteriores . También decidió volver una vez más al bajo Flores, en el utópico intento de encontrar la locación exacta de aquella casilla retratada por el fotógrafo norteamericano. Junto a la primera ampliación que hizo de aquella placa recorrió varias veces la villa 1-11-14. Allí, además de toparse alguna vez con un automóvil de Google Maps, que surcaba la misma problemática topografía obteniendo su registro mecánico-digital, Srur quería mostrarle la fotografía a los nuevos habitantes de la zona, como buscando alguna respuesta a un enigma imposible. La reacción de los locales frente a semejante encuentro tal vez no podría haber sido más franca: vieron inmediatamente en aquel personaje de la imagen de Olds a un análogo; en la fotografía de 1901, un reflejo del pasado que parecía hablarles del futuro. Srur incluyó también esa copia en una serie de tomas fotográficas que realiza en la villa, en una especie de puesta en abismo infinita, donde las imágenes se funden con la realidad adyacente. Esa primera impresión/prueba de artista, la deja ahí mismo, donde él obviamente cree que pertenece. Una suerte de tributo múltiple: a Olds, al hombre de la casilla, a los nuevos habitantes de la villa, a la fotografía y al tiempo.
Srur busca a Olds, dialoga con él, lo homenajea y se lo apropia. Dice que quiere entenderlo, pero lo que quiere es calzarse sus zapatos, convertirse en él, en la imagen que tiene de ese otro, en su sombra, en su doble. Amplía esas imágenes de otra era, rastreando lo invisible; las re-encuadra. Busca entrar en esas imágenes, deslizarse a través de esas fisuras que se producen en los bordes del vidrio. Un juego de espejos y de reflejos que surcan el espacio-tiempo, todo a través de esas extrañas superficies que convenimos en llamar fotografías.
El proyecto Espejos de Plata, Olds/Srur, una alianza entre CIFHA (Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino) y FoLa (Fototeca Latinoamericana), es la puesta en escena de este diálogo entre dos fotógrafos a los cuales los separa un siglo, pero los unen sus deseos, sus formas de acercarse al medio y a las cosas. Los resultados de un diálogo entre dos autores, dos mundos, dos épocas, dos miradas que juntan y mezclan más de 140 años de historia fotográfica.